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La venganza de las Puffs II - 12

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12

Littlestar bajó la cabeza, triste, y unas lágrimas corrieron por sus mejillas. Lloraba el fin de Spit, cuya ocurrencia no fue capaz de evitar antes de que su enemiga olvidara sus malos modos y estuviera bien consigo misma.
“Ya pasó,” le dijo Derpy, dándole golpecitos reconfortantes en el lomo con el ala.
Littlestar asintió vagamente. “Sí, tienes razón.” Alzó la mirada, recompuesta. “Volvamos al Valle, chicas. Nuestro objetivo está cumplido.”
Una mariposa se posó sobre la nariz de Ember, dándole cosquillas y haciéndola estornudar, cayendo de espaldas a un pequeño estanque. Las demás no pudieron evitar reírse, pero sin burlarse; e incluso Littlestar se sonrió.

Había caído la noche cuando regresaron al Valle, y las cinco ponies que se encontraban en el Castillo las recibieron con gran alegría. Intercambiaron sus relatos acerca de lo que les había sucedido a los grupos de ponies por separado, y sobre todo, Derpy pidió disculpas a todos por haber adelantado los planes de Tirac sin querer. Según dijo ella misma, sabía que ellas la perdonaban y la comprendían; se disculpaba por cortesía. Ellas estuvieron de acuerdo.
Derpy se acercó a Ember, y se arrodilló para poder hablar con ella cara a cara.
“Ember…” le dijo con cierta torpeza, “¿recuerdas que me dijiste que querías ser como yo cuando fueras grande?” Suspiró. “Creo que no soy un buen ejemplo para ti.”
“Sí eres,” aseguró la bebé, y se sostuvo como mejor pudo sobre las patas traseras para darle un abrazo. “Te quiero mucho, Bubblecup.”
Derpy le devolvió el abrazo, más fuerte, y sintió que lloraba de la emoción. “Yo también te quiero mucho.”
“Te voy a extrañar…” dijo Ember, con cierta tristeza.
“Y yo a ti, chiquita. Sé que tú y yo casi no estuvimos juntas, y no voy a poder enseñarte a soplar burbujas, pero no te olvides de mí, ¿de acuerdo?”
“Nunca me olvidaré de ti,” dijo la bebé, y las dos volvieron a abrazarse.

“Todas las extrañaremos, amigas,” dijo Teeny. “Sobre todo yo la pasé como una vaca en un pastizal, si saben lo que quiero decir.”
“Hay tantas cosas que desearíamos tener tiempo para compartir con ustedes,” dijo Rarity, “pero no nos alcanzaría el tiempo para hacer los preparativos de nuestro regreso a casa.”
“Sigan a Megan como su guía,” dijo Littlestar. “Ella las protegerá de todos los peligros que alguna vez intenten amenazarlas, hasta que ustedes estén listas para hacerlo solas.”
“No puedo pensar en una responsabilidad mejor,” dijo Megan. “Muchas gracias por la oportunidad tan bella que me han dado, amigas mías. ¡Tengo que enseñarles este lugar a mis hermanos! ¡Les va a encantar!”
“Para nosotras sería un gran honor recibirlos,” dijo una pony, pero no era ninguna de las que estaban reunidas allí. Era Majesty, que regresaba de su viaje. Las demás ponies de Ponylandia la aclamaron al verla, y corrieron a recibirla con vítores y hurras.
“Cuando vi que la oscuridad había desaparecido, supe que Tirac ya no existía, y que debía volver,” explicó, añadiendo: “¡Me alegra que estén felices de verme!” Se dirigió a su suplente. “Pero, Bow Tie, ¿no te dije que no les dijeras de mi partida?”
“Bueno, Reina Majesty, usted sabe… con la oscuridad que nos tocó vivir, cuando una pony no está, las demás se dan cuenta.”
A continuación Majesty saludó a las ponies forasteras, y recibió al fin la explicación de su verdadera procedencia. Littlestar se sintió muy contenta de poder estrecharle la pezuña por fin (Rainbow susurró para sí misma que su amiga nunca se perdería la oportunidad de halagar a una figura de la autoridad). Les dijo que lamentaba que tuvieran que irse tan pronto, pero que les deseaba lo mejor cuando volvieran a su época.
“Tengo que hacer una cosa importante ahora que tengo oportunidad,” dijo Littlestar; cerró los ojos con fuerza y su cuerno se iluminó. Cuando los abrió nuevamente, sintió que acababa de librarse de una carga terrible; la que había llevado desde que encontró a Clover la Sabia en el borde del mundo.
“¿Qué acabas de hacer?” preguntó Rainbow.
“Limpiar mi memoria de todo conocimiento que estuviere relacionado con el poder de un ser omnipotente. En consecuencia, no guardo recuerdo alguno acerca de qué clase de poderes fui capaz de ejecutar ni de cuál es su modo de empleo. Ahora que no tengo tanto poder, soy otra vez la Littlestar de siempre; y así es como me gusta ser.”
“Y así es como nos gusta que seas, querida,” dijo Rarity.
El otro Spike se acercó a ellas, parado frente a Majesty, sonriendo tímidamente y sonrojado como un tomate, y se aclaró la garganta.
“¡Hola, pequeño!” lo saludó Majesty. “No había visto un bebé dragón por aquí. ¿Cómo te llamas?”
“Hola… Señorita Reina Majesty, me llamo Spike, y… bueno… me gustaría vivir aquí con usted. ¿Me deja?”
Rarity no dijo nada mientras miraba la escena, pero reconoció en el otro Spike la misma timidez de niño pequeño enamorado que conocía en su tataranieto, y el corazón se le derritió de tanta ternura.
Al igual que Rarity a su propio Spike, Majesty no era capaz de discutirle a éste. “Claro que sí,” le dijo. “Te cuidaré hasta que crezcas grande y fuerte, y te dejaré asomarme a los balcones conmigo cuando me asome para anunciar las noticias a todos los ponies. ¿Te parece bien?”
El otro Spike ahogó un grito y se desmayó con una sonrisa. Las demás no pudieron evitar encontrarlo divertido.
“Pues he de reconocer que yo no tendría a mi Spikey-wikey como mascota,” pensó Rarity para sus adentros. “Prefiero creer que nuestra amistad se basa en el respeto mutuo.”

Antes de partir definitivamente, Pinkie se sacó el Cañón de Fiestas del pelo, y luego de estudiar meticulosamente el terreno, lo puso en un sitio estratégico y disparó; salieron globos, serpentinas, una mesa con golosinas y bebidas, un pastel, un fonógrafo con música de fiesta, pancartas, adornos, luces y toda clase de otros implementos para celebraciones; todas estas cosas quedaron ubicadas perfectamente en el patio delantero del Castillo. Majesty, Megan, el príncipe, el otro Spike y las otras ponies de Ponylandia se dispusieron entonces a celebrar su victoria sobre las fuerzas de la Oscuridad. Así, las equestres se despidieron de sus anfitrionas por última vez y regresaron al bosque donde habían aparecido tres madrugadas antes.

Cuando terminó la fiesta, le tocó a Megan despedirse de sus amigos y amigas también. No pudo evitar llorar por la separación, pero no por ello pensaba que nunca volvería a verlas. Ya fuera por tener que protegerlas de nuevo, o para visitarlas, en su corazón sabía que le quedaban muchas aventuras por vivir con los Pequeños Ponies de Ponylandia. Alzó en brazos a Ember y al otro Spike y les dio besos en las mejillas; se inclinó respetuosamente ante Majesty y el príncipe; abrazó a las otras ponies y les deseó todo lo mejor. Finalmente subió a lomos de Firefly y emprendió el vuelo de regreso.

Cuando Megan y Firefly regresaron al reino humano, la muchacha vio con alivio que la diferencia de tiempo entre los dos mundos había obrado a su favor; no era capaz de calcular correctamente cuánto tiempo habría pasado en su casa, pero parecía haber llegado casi después de haberse ido. TJ volvió a relinchar y encabritarse al ver la explosión de luz blanca que señalaba la llegada de las viajeras; Megan vio que las luces de la casa estaban encendidas, pero el auto de sus padres no había llegado. Evidentemente no habían regresado del cine. Danny y Molly estaban afuera, y la señalaron asombrados al verla llegar.
Firefly se posó sobre el suelo, y Megan desmontó. Sus hermanos fueron corriendo a su encuentro; no podían creer la presencia de Firefly.
“¡Megan! ¿Qué pasó? ¿Dónde estabas?” preguntó Danny, un niño pelirrojo con pecas, de diez años de edad.
“¡Un pony rosa que vuela!” dijo Molly, de ocho, muy parecida a Megan.
“¡Hola, niños!” los saludó la pony, y ellos exclamaron “¡guau!” al unísono al darse cuenta de que podía hablar. “Su hermana me ayudó a salvar a todos los ponies mágicos de un terrible monstruo,” siguió Firefly. “Vine a traerla a su casa, pero tengo que irme rápido antes de que se me haga tarde. ¡En Ponylandia parece que el tiempo corre más rápido que aquí!”
“¡Adiós, Firefly!” se despidió Megan, meneando la mano; sus hermanos hicieron lo mismo. “¡Nos veremos pronto!”
“¡Adiós, Megan! ¡Muchas gracias!” fueron las últimas palabras de la pony antes de desaparecer en el cielo nocturno.
“¡Guau! ¡Eso estuvo fantástico!” exclamó Danny.
“Megan, ¿nos llevas con los ponies mágicos la próxima vez?” preguntó Molly.
“¿Cómo que ponies? ¡Llévanos a destruir a un monstruo la próxima vez!” contradijo Danny. Molly frunció el ceño con disgusto.
“Seguro que un día de estos los llevaré a ambas cosas al mismo tiempo,” dijo su hermana, “pero mientras tanto, regresen a dormir, los dos. Y ni una palabra de esto a mamá ni a papá.”
“¿Por qué no?” preguntó Molly.
“Porque no se lo creerían. Los adultos son así.” Hizo un gesto con la mano como para restarle importancia. “Ya, acuéstense.”
Les dio las buenas noches otra vez, y regresó a su establo. Miró por la ventana, esta vez a su brillante futuro en vez de su triste presente, y sonrió de satisfacción. Acarició distraídamente la crin de su pony común y corriente.
“¿Cuál irá a ser mi próxima aventura, TJ…?”

Y, por último, las equestres se internaron de nuevo en el bosque que las vio llegar, y se sentaron todas en el suelo. Pasó un rato mientras recuperaban el aliento de tanto caminar.
“Y bien…” dijo Teeny, como si éste fuera un momento que había estado esperando. “Twilight Sparkle,” dijo en voz alta.
“Applejack,” contestó ésta.
“¡Por fin!” se alivió la granjera naranja. “Ya no tenemos que llamarnos por apodos una a la otra para no confundirnos. ¡No soy la única que estaba hasta la punta de las orejas de tener que hacer eso, estoy segura! ¡Y eso que fue a mí a quien se le ocurrió esa idea!”
“También a mí me produce sentimientos positivos el poder ser referida por mi nombre verdadero,” dijo la maga púrpura. “Cuando lleguemos a casa, me haría bien averiguar si mis sospechas eran ciertas y la otra Twilight era mi antepasada, en especial considerando algunas de las declaraciones que me dirigió Spit.”
“¿Cómo cuáles?”
“En la Equestria alternativa, insinuó que yo debí haberme ‘desvanecido’, así como que me amenazó con ‘borrarme de la existencia’ durante nuestra última batalla. Creo que se refería a mi linaje. Debió haber rastreado mi árbol genealógico hasta esta época, y… debió haberse deshecho de mis antepasados para que yo no naciera,” terminó de explicar antes de que las demás pudieran quejarse de que no la entendían. “Mi inquietud tendrá que esperar a que volvamos a casa; despejarla ahora es imposible.”
“Yo no puedo dejar de esperar que todavía haya una casa cuando regresemos,” dijo Derpy para sí misma, aún perseguida por las consecuencias de su última equivocación e imaginando los terribles efectos que debió haber tenido en la línea de tiempo. Fluttershy la escuchó, se le acercó y se puso a arrullarla como si fuera una potra pequeña. Derpy sintió algo de vergüenza, pero gracias a Fluttershy fue la primera en quedarse dormida. No se preocupó más por el incidente; durmió y soñó con pastelillos en el cielo, todos para ella.

“Hay una cosa que no nos dijiste, Twilight,” dijo Fluttershy. “¿Cómo conseguiste el mismo poder que Spit? Digo… si está bien que preguntemos.”
“Yo también quisiera saberlo,” dijo Rarity. “¿Qué era ese ‘borde del mundo’ del que habló Spit? ¿Cómo era? ¿Qué encontraste allí?”
“Es doloroso recordarlo,” dijo Twilight, “porque tiene que ver con una pony que aprecio como a ninguna otra en el mundo, pero de la que me dijeron cosas terribles que sin embargo son ciertas. Lo sé; mis sentimientos así me lo indican.”
“¿Con quién tiene que ver?”
“Con la princesa Celestia, quien es descendiente directa de Clover la Sabia, que resulta que es la pony que enseñó a la Princesa Puff su magia omnipotente. Ella estaba en el borde del mundo. Puso sus conocimientos en mi cerebro y me dejó a mí el aprender a utilizarlos. No fue fácil.”
Todas ahogaron gritos ante la revelación; Pinkie tocó unas notas ominosas y terroríficas en un piano.
“¿Y cuál es el problema?” quiso saber Applejack.
“Bueno, supongo que… me cuesta mucho creer que ponies tan buenas, tan sabias y tan piadosas estén relacionadas con la forma de pensar de la Princesa Puff. En especial la princesa Celestia. Me cuesta creer que… bueno, ella, tenga algo que ver con una mentalidad tan odiosa y destructiva, cuando ella es tan buena y sabia…”
“Ya. Dime una cosa, caramelo. ¿Qué es la princesa Celestia en nuestra época? ¿Una pony buena y sabia, o una odiosa y destructiva?”
“Bueno, a pesar de los numerosos e infundados rumores acerca de su naturaleza tiránica, lo primero. Pero… Clover no me pareció como una Puff. Me pareció bondadosa, en el fondo, como si pensara que sus ideas fueran para beneficiar a todos y no solo para demostrar que ella era la única que tenía razón.”
“Quizá ella abandonó a la Princesa Puff al darse cuenta de que no quería beneficiar a todos,” sugirió Fluttershy. “Esa fue la decisión que cambió su vida.”
“Y la princesa Celestia obviamente salió a su recién-en-años-de-unicornio-alado reformada tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tátara-tatarabuela, ¿sí o sí?” añadió Pinkie.
“Entonces, ¿por qué atormentarte a ti misma pensando en la relación entre la Princesa Puff y ella?” dijo Rarity. “Clover decidió cambiar su vida de rumbo, y su familia decidió seguir sus pasos. La princesa Celestia, y también la princesa Luna, si puedo añadir, son las que decidieron su destino, no la Princesa Puff. No tienen nada que ver con ella.”
“Tienen razón,” dijo Twilight, más tranquilizada al respecto. “Pero, ¿saben? No le dije a Clover toda la verdad, y no obstante, ella no quiso averiguarla. Aunque me dijo que podía hacerlo a la fuerza si era necesario, simplemente no lo haría.”
“Pensó que tendrías tus motivos, tal vez,” dijo Rainbow. “Si la princesa Celestia ya sabe que puede confiar en ti, tal vez Clover también.”
“Contundente hipótesis,” elogió Twilight. Aunque Rainbow no comprendió el significado de esta palabra, prefirió quedarse callada. “Bueno,” prosiguió la unicornio, “amigas mías, nuestro futuro está allá afuera esperando a que salgamos a recibirlo. No lo hagamos esperar.”
Y todas se acostaron a dormir.

A la mañana siguiente, Derpy Hooves despertó. Cuando se le pasó la impresión momentánea al percatarse de que no estaba más en el bosque, se ubicó en el espacio y en el tiempo y se dio cuenta de que estaba en su casa de Cloudsdale, la ciudad flotante de los pegasos. Se permitió unos momentos más de descanso antes de levantarse de la cama. Miró a su alrededor; todo parecía estar como ella lo había dejado antes de salir de su casa aquel día. Los muebles estaban en su sitio y su guardarropa estaba en orden; su casa estaba tan limpia como se lo permitía su torpeza natural. Se dirigió a la cocina para prepararse pastelillos de desayuno; todos los enseres se hallaban en buen estado. Una media hora después, se había servido y comido cuatro pastelillos para el desayuno (que se le habían quemado) y guardado un puñado más para después. Hasta ese momento su día estaba prosiguiendo como de costumbre; le pareció una señal de que el futuro no había cambiado de más y Equestria había regresado a la normalidad. Sabiendo aquello, nada podía desanimarla.
Después de terminar de lavar su plato (y felicitarse internamente por no haberlo quebrado junto con el resto de su vajilla), recordó que Rainbow había prometido ayudarla con sus problemas de autoestima, y supuso que no había ningún problema en recordárselo. Pero en casa de Rainbow no había nadie cuando llamó a la puerta. Preguntó por ella a Lily Blossom, una vecina, y ésta le dijo que no la había visto; pero que podía encontrarse en Ponyville con el resto de las Seis. Derpy estuvo de acuerdo, y descendió (aterrizando de cabeza en medio de un jardín, pero tratando de no escuchar los gritos de desagrado de la pony que cuidaba de él) para buscarla. Pensó dirigirse primero a la biblioteca municipal Golden Oaks, que servía como la casa de Twilight. Tocó a la puerta principal del portentoso roble.
“Está abierto,” respondió una voz desde el interior. “Pase.”
Derpy entró. Pero descubrió que no era Twilight quien la había hecho pasar, sino una Puff de cuero amarillo mostaza y pelo gris. La pegaso lanzó un grito, aterrorizada.
“Disculpe, ¿puedo ayudarla?” preguntó la Puff.
“¿QUÉ HICISTE CON TWILIGHT SPARKLE?”
“Yo… no hice nada,” respondió la Puff, con una cordialidad que a Derpy solo le inspiró más desconfianza. “Ella está arriba con la Presidenta Spit. Yo estoy cubriendo a la señorita Sparkle como gerente del lugar mientras tanto…”
Derpy la ignoró y subió corriendo las escaleras hasta el piso de arriba, donde encontró la puerta de la habitación de Twilight y la embistió para derribarla; pero la puerta ya estaba abierta, y de esta forma la pegaso acabó casi dándose en la cara contra la pared. Ahí estaban Twilight y Spit, que se quedaron mirándola extrañadas.
“Derpy, ¿qué haces aquí? Hubieras tocado,” dijo Twilight.
“Ella…” articuló Derpy, señalando a Spit. “¡Quiere matarte!”
“¿Yo?” fue la respuesta sorprendida de la acusada. Contra toda expectativa, Spit no se puso a vociferar ni a lanzar conjuros destructores ahí mismo. Al contrario; la acusación la desconcertaba. “Lo siento, debe haber un malentendido. No quiero matar a nadie. No me gusta esa palabra. Simplemente vine a conversar con Sparkle sobre las aplicaciones del hechizo amniomórfico en la modernidad.”
“¡A mí no me engaña!” siguió Derpy. “¡Usted y su princesa están obsesionadas con matar a todas las criaturas no-ponies del mundo, y Twilight y las demás son las únicas que pueden detenerlas! ¡Por eso vino a matarla! ¿Qué hizo con las demás? ¿Las mató?”
“Derpy, ¿qué te pasa? ¡La Princesa Puff fue encarcelada en el Tártaro hace un año!”
“¡VIENE A MATARTE PARA LIBERARLA! ¡QUIEREN APODERARSE DE EQUESTRIA!”
“Está bien,” detuvo Spit a Twilight cuando ésta estuvo a punto de regañar a Derpy con más fuerza. “No todos se han acostumbrado. Señorita, puedo ver que usted es una pony muy inteligente,” dijo a Derpy, “así que estoy segura de que comprenderá lo que voy a decir. Es cierto que antes yo pensé igual que la Princesa Puff, y fui su segunda al mando, pero eso ha pasado. Hoy en día he comprendido que es peligroso dejarme llevar por mis sentimientos tan lejos como para volverme como mis propios enemigos. De hecho, ya no tengo enemigos.” Suspiró. “Entiendo que las Puffs hemos tenido mala reputación desde hace quince millones de años, pero Megan Neillmac y Sparkle nos están ayudando a librarnos de ella. Sparkle es mi asesora, por así decirlo, ahora que soy la Presidenta Puff. Estoy tratando de llevarme bien con las Hermanas Reales y sanar las heridas entre los equestres y las Puffs, y ellas me respaldan. Hay esperanza.”
Derpy estaba perpleja.
“Comprendo sus temores, pero le aseguro que no tiene nada que temer ahora. Las Puffs malvadas y destructivas pertenecen al pasado.”
“Derpy, ¿te sientes bien?” preguntó Twilight.
“No… ¡No sé! ¡Ya regreso!” exclamó la pegaso, bajó las escaleras y salió de la biblioteca ignorando a la recepcionista provisional.
“No le hagas caso,” dijo Spike a la Puff. “Ella no es así todo el tiempo. Debe estar teniendo un día de esos de levantarse con los dos cascos izquierdos. Se le pasará.”

Cuando echó un vistazo alrededor de las calles, se dio cuenta de que había Puffs por todos lados, dando paseos o conversando con ponies. Pero no estaban siendo hostiles; al contrario, parecían ser amigables y educadas. Le pareció ver a una de ellas, de cuero color jade y pelo castaño, acariciando a un conejo que pasaba por ahí y dándole de comer zanahorias. Derpy había conocido cara a cara a esta Puff; era Jaded “Bun” Bruiser, que tenía fama de odiar a los conejos más que a ningún otro animal del mundo.
Derpy se sentó sobre el suelo –cuidando de no entorpecer el paso de los peatones- y se puso a pensar en todo lo que estaba viendo. Evidentemente, el futuro (su presente) sí había cambiado después de todo, y parecía que fue para bien. Las Puffs no solo habían dejado de ser como eran antes, sino que además se estaban uniendo a la sociedad que antes les había tenido miedo. Pero ¿qué había pasado en el pasado para que las Puffs fueran buenas en el presente?
Pensó entonces en lo que había dicho Twilight. ¿La Princesa Puff encarcelada? Había sido destruida originalmente con el Medallón del Arcoiris, que Megan había conservado luego de tantos años, cuando la trajeron a ella, a su hija Francis y al Medallón a Equestria. Entonces, si el Medallón no fue utilizado para destruir a la Princesa Puff, ¿cómo encarcelaron a la Princesa Puff? Le preguntó a un pony que pasaba por ahí por la dirección de Megan, y en cuanto la tuvo, se fue volando hacia allá.

Al llegar, llamó a la puerta, y la abrió Francis.
“Hola, Derpy,” saludó la niña.
“Hola, Francis. ¿Está tu mamá? Tengo que preguntarle algo.”
“No está, pero a lo mejor mis tíos saben. ¿Qué quieres saber?”
“¿Tus tíos…?”
“Claro, ¿los recuerdas? El tío Danny y la tía Molly. ¡Tío Danny! ¡Tía Molly!” llamó hacia adentro de la cabaña.
Salieron Danny y Molly, ahora adultos, y saludaron a Derpy. Ésta tuvo problemas para encontrar las palabras.
“Yo… ¿Qué pasó hace un año? ¿Cómo encarcelaron a la Princesa Puff?”
“¿No lo recuerdas?” preguntó Danny. “Tú estabas ahí.”
“¿Yo estaba ahí…? Pero no me acuerdo.”
“Podemos explicártelo de nuevo,” dijo Molly. “Megan nos trajo a los tres a Equestria, habló con las Hermanas Reales directamente y les dijo que las Puffs estaban a punto de invadir. Así las detuvieron.”
“¿Pero cómo lo sabía Megan?”
“Porque trataron de manipular su mente,” dijo Francis. “Pero ella se dio cuenta, se protegió con el Medallón, y las dos abandonamos nuestra casa. Ella pagó la fianza de mis tíos para sacarlos de prisión, y al día siguiente estábamos en Equestria.”
“¿Y la Princesa Puff?”
“Bueno, la princesa Luna le pidió a mamá que la destruyera… pero ella se negó. Dijo que no era como las Puffs creían, y pidió que la encarcelaran.”
“Era lo más justo,” dijo Danny.
“Ya…” Derpy asintió con la cabeza, asimilando lo que le habían dicho. “Ya entiendo. Es porque una de ellas la atacó cuando era niña. Era eso, ¿verdad?”
“Sí, así es.”
“Ya lo recuerdo.” Sonrió. “Bueno, eso era todo. ¡Gracias!”
“No es nada,” dijo Danny.

La pegaso gris volvió a su casa y se sentó en su cama.
Ahora se sentía más aliviada, aunque no del todo. El futuro era mejor que antes; las Puffs estaban reformadas y su antigua Princesa no podría causar más daños. Y Spit había cambiado su vida, como Twilight había querido. Tuvo que reconocer que, si bien Spit tenía serios puntos débiles en su carácter, no podía pensar en una mejor candidata para Presidenta Puff. Si hubiese sido equestre, la cutie mark de Spit seguramente tendría algo que ver con el liderazgo.
Pero todavía le quedaba una inquietud sin resolver… “¿Cómo es que las demás no recuerdan nada acerca de nuestro viaje en el tiempo, y yo sí?” se preguntó en voz alta a sí misma.
“¿Y que olvidaras la hermosa lección de amistad que aprendiste?” dijo una voz gruesa y masculina que parecía provenir de todas partes.
“Discord…”
El disparejo draconequus apareció sentado junto a ella, y le pasó un brazo por el lomo. “Yo arreglé el regreso para que tú fueras la única que recordara lo que había sucedido. No lo iba a hacer. Pero entonces me detuve, y me dije a mí mismo: ‘Mí mismo, ¿cómo se te ocurre ser tan positivamente malvado como para borrar de la memoria de esta pony el recuerdo de cuando aprendió cuál es la clave de un buen futuro?’ Y luego añadí: ‘¿No crees que eso es algo como para compartirlo con una vieja amienemiga tuya que hace tiempo no recibe cartas?’ Iba a contestarme, pero dije: ‘Pues rayos, tu punto es válido’. Y para no hacer el cuento largo…”
“Demasiado tarde.”
“¿A quién te suena que deberías contarle algo que aprendiste y te hace tan feliz que no cabes dentro de ti misma?”
“Sí…” Derpy comprendió enseguida. “Por favor teletranspórtame de regreso a la biblioteca. Tengo que disculparme con las Puffs y ponerme a darle dictado a Spike enseguida.”
“Ya estamos en la biblioteca, querida.”
“No, estamos en mi…” pero entonces la pegaso se dio cuenta de que sí estaban en la biblioteca. Sacudió la cabeza para pasarse la impresión.
“Tengo que regresar al futuro. Se supone que sigo encerrado en piedra. ¡Auf wiedersen!” Sonó los dedos, y desapareció.
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