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La venganza de las Puffs II - 11

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11

Spit se despertó del golpe, seguida por Tough. El pony azul se quejó y lamentó con fuerza lo mucho que le dolía la cabeza. Los dos se levantaron y se sentaron en el suelo. Mientras Tough seguía quejándose, Spit trató de distraerse de él recordando lo último que había ocurrido.
Lo último que recordaba era un golpe a la cara que se sintió como si fuera al cerebro; un impacto poderoso y demoledor como un estallido dentro de su cabeza. Pero no podía imaginar cómo se lo había dado. Intentó pensar en alguna cosa que tuviera el poder suficiente como para hacerle daño a ella.
¿Tirac? Tal vez, desde su torre, aunque no pensaba que Tirac hubiera descubierto su posición. ¿El Arcoiris de la Luz, tal vez? Era posible que la niña hubiera aprendido a utilizarlo contra la magia Puff, pero ¿cómo? ¿Quién podía habérselo dicho? Las Seis Crincipales estaban muertas, y nadie más lo sabía.
Pero entonces, demasiado tarde, lo comprendió. ¡Las Seis Crincipales no estaban muertas!
Trató de detectar la presencia de magia equestre moderna y se encontró con una fuente infinita de la misma. ¡Había otra pony en Ponylandia con magia de ser omnipotente, igual que la suya! ¿Pero cómo era eso posible? ¿Quién podía ser?
¿Quién más?

Tough miró a su superiora encorvarse como si estuviera envejeciendo varios años de un solo golpe.
“Mi generala, ¿se encuentra usted bien?” le preguntó.
“Estoy pensando en que tú me aconsejaste que no matase a Sparkle, ‘N Rough,” fue la respuesta de ella.
“Ah, sí. Claro, yo fui quien le aconsejó eso.”
“Me habías dicho que ya la mataríamos después, que lo único que importaba era la misión. Que todo lo demás era secundario. ¿No fue eso lo que dijiste?”
“Este… ¿lo fue? Ya no me acuerdo.”
“Yo sí lo recuerdo,” dijo Spit, y lentamente se volvió hacia él para verlo a los ojos.
Tough sintió que el alma se le salía del cuerpo. Los ojos de la Puff resplandecían como encendidos en llamas, el ceño estaba fruncido, y la boca con las comisuras torcidas hacia abajo mostraba todos los enormes dientes. El rostro de Spit era de pura ira, desde el fondo de su ser, y la joya le brillaba como el sol del mediodía, cegando al pony azul.
“Mi generala,” preguntó él, sin hacer el más mínimo esfuerzo por esconder el pánico que lo dominaba al verla así, “¿se encuentra bien?”
Mágicamente, Spit levitó a Tough por el pelo y lo azotó contra la pared del risco; y luego contra el suelo, antes de elevarlo y dejarlo caer con fuerza. Tough se quedó completamente inmóvil e inexpresivo al caer. Spit arrastró el cuerpo inerte con una pezuña para que se desplomara por el risco.
“¡Esto es lo que deseaba hacer desde el principio!” gritó, a nadie en particular. “¡Matar! ¡Matar a todo el que se atreva a oponerse a mí! ¡Matar! Nada de tender trampas ni dar tropezones ni resbalones. ¡NADA MÁS QUE MATAR! ¡MUTILAR! ¡DESTRIPAR! ¡ANIQUILAR!”
Su cuerpo sufrió una transformación. Le salieron dos alas gigantes de murciélago por el lomo, y la joya se le estiró como si fuera de goma y cambió de forma, volviéndose larga y puntiaguda. Ahora parecía la versión maligna de una princesa de Equestria.
“¡Y ESO ES JUSTO LO QUE VOY A HACER AHORA!”
Con sus nuevas alas, levantó el vuelo y se lanzó en picado contra el Castillo de la Medianoche.

Tirac también despertó de su propio golpe. Casi pensó que había tenido un sueño al quedarse dormido sobre su trono, pero lo descartó enseguida. Él nunca tenía sueños al dormir. No, todo había sido real… y ahora sabía que los ponies eran una amenaza. Ya fueran solo aquellos ejemplares delgados de ojos grandes, tan misteriosos y tan súbitamente venidos, o la especie entera, estaba claro que representaban un peligro que había subestimado durante demasiado tiempo.
“Guardia,” ordenó, “esos ponies forasteros son más peligrosos de lo que creímos. Haga que corra la voz entre sus compañeros sobre ellos. Si los ven, deben destruirlos inmediatamente. Avísele también al guardia de la puerta secreta. No correré riesgos.”
El guardia con aspecto de cerdo verdoso asintió, y se marchó.

Aún a bordo de la gran balsa de las Ponies de Mar junto con el resto de sus amigas y antecesoras, Littlestar alzó la cabeza como si prestara atención, escuchando un sonido distante que solo ella fuera capaz de oír.
“Siento una presencia mágica muy potente… la de Spit,” dijo. “¡Sigan sin mí! Yo la detendré.”
“¿Crees que tu nueva magia sea suficiente para ganar contra ella, Littlestar?” preguntó Megan.
“No. Pero lo es para distraerla de ti, así que eso es lo que haré mientras pueda. Estén frente a Tirac con el Arcoiris de la Luz al alcance, y úsenlo contra él. Buena suerte.”
“¡Igual!”
Littlestar desapareció.

Apareció de nuevo flotando en el aire enfrente de Spit, cortándole el paso. Su rostro había adquirido una expresión severa.
“¡SPARKLE!” gritó Spit.
“Se acabó, generala,” sentenció Littlestar. “Le pondré fin a su maldad de una vez por todas.”
“¿CÓMO TE ATREVES A HABLARME TÚ A MÍ DE MALDAD?” vociferó la Puff, y le lanzó un rayo por la joya. Ésta aún brillaba más intensamente que nunca. Pero la equestre se protegió a última hora golpeando el rayo con el casco descubierto para desviarlo.
“¡Ha ido demasiado lejos! Yo sé lo que le aqueja a usted.”
“¡SÍ! ¡TÚ!”
“Es lo mismo que aquejó una vez a mi amiga, y a mí.”
“¿NI SIQUIERA TÚ PUEDES VIVIR CONTIGO MISMA? ¡ESO ES NUEVO!” Con sus poderes mentales, Spit agarró la cabeza de Littlestar para tratar de fracturarle el cuello; ella le ocasionó un gran dolor cerebral a Spit que la hizo soltarla, antes de aliviárselo.
“Estoy en desventaja, generala,” dijo, “a pesar de que tengo poderes como los suyos. Usted puede destruirme con facilidad, pero yo necesito el Arcoiris de la Luz, haga lo que haga. Y aun así creo que necesita mi ayuda.”
“¡ESTÚPIDA! ¡TU BENEVOLENCIA FALSA NO PUEDE ENGAÑARME A MÍ! ¡SOY UNA DISCÍPULA DE LA PRINCESA PUFF! ¡LA MÁS PURA DEFENSORA DEL BIEN, EL AMOR Y LA AMISTAD QUE HA EXISTIDO!”
Invocó unas llamas en el aire para que quemaran a su adversaria; ésta simplemente invocó una nube de lluvia para apagarlas.
“¡De eso se trata!” dijo ella. “¡Usted se siente culpable!”
“¿Cómo?” Spit bajó la guardia y el tono de voz a tales niveles que pareció perder de golpe todo su poder.
“Usted se culpa a sí misma por la destrucción de la Princesa Puff, ¿verdad? No me lo esconda. Está en confianza conmigo.” Littlestar le hablaba con compasión sincera, pues aunque no se lo había dicho a las demás, en verdad no deseaba pelear contra ella, sino ayudarla. “Sé cómo se siente porque yo me sentí igual. Cuando comprendí que usted quería vengarse de mí, y por qué, me sentí derrotada. Creí que todas las desgracias que habían caído sobre Equestria eran por mi culpa.”
“¿Qué dices…?”
“Pensé que si yo no hubiera destruido a la Princesa Puff, no habría desencadenado la venganza de usted. Mi amiga pensó que si no hubiera tratado de hacerse simpática y servicial, no hubiera estropeado el huerto de manzanas. Y usted se acobardó, ¿recuerda? Se sintió en desventaja cuando las otras Cinco y yo hicimos que su robot gigante explotara sin que usted viera cómo, y eso sin contar que se alejó de la defensa de su princesa para atacarnos. Piensa que si no lo hubiera hecho, ella seguiría viva.
”Sé que nosotras la provocamos, y queremos que sepa que lo lamentamos. Yo lo lamento. Lo lamento todo. Nunca quise hacerle ningún daño. Solo hice lo que estaba a mi alcance y creía que era correcto. ¡Usted también lo hizo! Todos hacemos lo que nos parece bien en el momento. A veces nos equivocamos, pero no vale la pena culparnos por cosas que no están dentro de nuestro control. En vez de eso, corregimos nuestras equivocaciones, y de esa forma aprendemos a tomar decisiones. ¡El futuro está hecho de decisiones!
”Usted misma buscaba cambiar nuestro futuro a partir de sus propias decisiones. Por eso le ofrezco, le ruego; ¡decida ahora cambiar su futuro! ¡Decídase a olvidar todo lo que ha pasado entre nosotras y aceptar mi ayuda! Yo podría tener muchas cosas que aprender de usted, y usted de mí. No deseo luchar contra usted, a menos que usted desee seguir luchando contra mí. Pero si decide hacer la paz ahora, yo estoy dispuesta a aceptarla.” Extendió una pezuña hacia ella en señal de amistad. “Permítame ayudarla, generala. Ayudémonos la una a la otra a decidir.”
Spit se permitió unos segundos para reflexionar. Descubrió que Littlestar tenía razón; en verdad se sentía culpable por la destrucción de la Princesa Puff, y nada de aquella misión había sido para vengarla ni para cumplir con su sueño, sino para desquitarse. Pensó que no era digna; había utilizado el poder para su propio desquite, en vez del beneficio de todos los ponies del mundo. Una lágrima rodó por su mejilla.
Se quedó inmóvil durante unos momentos, antes de flotar hacia adelante y sujetar la pezuña de Littlestar con la suya. La unicornio púrpura sonrió, contenta de que Spit hubiera comprendido.
Pero entonces la Puff comenzó a estrujar la pezuña con fuerza, como si intentara quebrársela. Littlestar trató, como pudo, de soportar el increíble dolor.
“¡Prefiero sufrir el final de la Princesa Puff mil veces que aceptar ayuda de ti!” dijo Spit con rencor, entre dientes. “¡Ya recibí enseñanzas sobre la vida una vez; las de ella! ¡No necesito, y no aceptaré, las de nadie más!” Apartó a Littlestar de un empujón. “Guárdate tu compasión para ti… ¡cuando vayas a morir!”
Volvió a dispararle, y Littlestar se defendió con un campo de fuerza antes de devolverle el disparo, sin dejar de lamentar que su propio intento de enmienda hubiese sido en vano. Pero no se rendiría. Si se le presentaba la oportunidad, volvería a tratar de hacer a Spit entrar en razón.
Solo cuando no viera otra alternativa se dedicaría a destruirla para siempre.
En algún lugar del mundo, Spit arrancó toda una cordillera y se la lanzó a Littlestar, quien la deshizo en átomos antes de contraatacar con grandes olas marinas, sacadas del aire, que la Puff congeló y convirtió en afilados témpanos de hielo para lanzárselos; Littlestar simplemente los azotó contra el suelo y se rompieron en mil pedazos. A continuación, Spit extrajo meteoritos del espacio exterior para lanzárselos a Littlestar, quien los recibió todos con rayos de magia y los hizo guijarros; reformó los guijarros en un gigantesco martillo de piedra, el cual descargó contra su adversaria; ésta se protegió con un escudo mágico y el martillo estalló.
Spit atacó entonces al organismo de Littlestar, ocasionándole un dolor terrible en el estómago, producto de alguna enfermedad mortal; pero ella se curó a sí misma enseguida. Tenía claro que la Puff no pelearía limpio, pero por suerte, cualquier ataque particularmente cruel que le pudiera caer encima era fácil de remediar o de contragolpear con su nuevo poder. Spit debió pensar en lo mismo, porque su siguiente jugada fue tratar de arrancar todos sus conocimientos mágicos de su cerebro; pero Littlestar consiguió sobreponerse y proteger su mente de los ataques de Spit con un hechizo realizado sobre ella misma.
La ira de Spit se recrudeció al verse imposibilitada para tratar de acabar con Littlestar desde adentro. Continuó atacando desde afuera invocando magia, catástrofes naturales de toda clase y bestias hambrientas, retorciendo el clima, el terreno, el mundo y el cosmos que las rodeaba, y otros de más allá, a favor de ella… y Littlestar se defendió contra todas aquellas cosas de forma impecable. Spit desesperó. Como había hecho con Tough hace un rato, terminó levitándola y azotándola contra las rocas y las montañas con furia; pero fue en vano; Littlestar era indestructible por medios comunes y corrientes. Comunes y corrientes, al menos, para seres omnipotentes.
“¿POR QUÉ NO PUEDO MATARTE?” vociferaba la Puff, fuera de sus cabales. “¿QUÉ ES LO QUE TENGO QUE HACER PARA QUE TE MUERAS?”
Acabó lanzando a Littlestar al suelo con tal fuerza que abrió un cráter inmenso.

Las demás alcanzaron la isla de piedra sobre la que se sostenía el horrible Castillo. Las Ponies de Mar se detuvieron entonces.
“¿Ven esa gárgola?” dijo Seawinkle.
“¡Ahí arriba!” dijo Wavedancer, señalándola.
“¡Tiren de su nariz!” dijo Sealight.
Y con un “¡Shu-bi-dú!”, se metieron al agua con todo y balsa. Firefly se elevó hasta alcanzar la gárgola y tiró de su nariz; la cabeza se deslizó hacia adelante, y se abrió una entrada en la pared.
“¡Andando!” dijo Megan, tomando la delantera, y todas la siguieron.

Mientras exploraban el interior mal iluminado del Castillo, escuchaban los ruidos de la batalla de afuera y los gritos de Spit.
“¡Beezy mía!” se escandalizó Twilight. “Lamento mucho la palabra tan fea que voy a utilizar, pero… ¡se están matando allá afuera!”
“Ojalá Littlestar no se haya rebajado a ese nivel,” dijo Rarity. “Y estoy segura de que no es así. Ella es una luchadora, pero nunca sería tan destructiva.”
“Y Spit tampoco está matándola,” añadió Rainbow. “Littlestar es un hueso duro de roer.”
“Pienso que deberíamos prestarle apoyo,” dijo Firefly. “No creo que sobreviva. Creo que Spit es hasta peor que Tirac.”
“No digas eso,” dijo Teeny. “Spit solo es una agente del Mal…”
“Sí, sí, ya me sé lo demás. Tienes razón.”
“Ella sabe lo que hace,” aseguró Derpy. “Lo aprendió de mí, creo…”
“Ojalá Beezy se ampare de ella,” dijo Megan, resignada también a dejar a Littlestar por su cuenta. “Pero nosotras tenemos una batalla propia que llevar a cabo por ahora. Sigamos.”

El Castillo parecía un laberinto; un entramado de pasillos, escaleras, puertas y esquinas en el que casi no se podía ver lo que estaba adelante, y cuyas paredes se confundían unas con otras, haciendo muy difícil saber dónde se había estado antes y dónde no. Avanzaron durante un rato, pero aún no encontraban a Tirac. No se darían por vencidas, pero el tiempo apremiaba.
“¿Cómo vamos a encontrar a Tirac?” preguntó Bow Tie.
“Como podamos,” dijo Twilight. “Tendremos que seguir buscando. No hay otra cosa que hacer.”
“Tenemos suerte de que no hayamos encontrado a nadie más,” dijo Applejack.
“Cierto, empezando por Scorpan,” dijo Firefly. “Tengo una cuenta que saldar con él por llevarse a mis amigas.”
“Me pregunto qué los estará deteniendo,” dijo Megan. “Littlestar se deshizo del guardia de la puerta secreta, pero qué raro que no haya más guardias.”
“Podría ser una trampa,” sugirió Derpy. “Quizás está planeando hacernos creer que estamos seguras, y luego… atraparnos cuando menos nos lo esperemos.”
“¿Por qué lo dices?”
“No sé. Supongo que… estoy pensando estratégicamente.” No quiso añadir ‘como si estuviera en una guerra’.
“¡Oye, eso me da una idea!” dijo Rainbow, dándose cuenta de algo. “Tú podrías dirigirnos, Derpy. Has estado aquí y sabes dónde está la sala del trono de Tirac, ¿verdad?”
“Bueno… no. Solo vine una vez, y lo único que hice fue lamentarme a mí misma hasta ser transformada, así que no recuerdo el camino, y tampoco me gustaría recordarlo mientras viva…”
“Ánimo, campeona,” dijo Rainbow. “Es desagradable, pero es catártico.”
“Cualquier cosa que recuerdes es importante,” dijo Megan.
“Bueno, a ver…” Caviló. “Recuerdo que subí escalones. Escalones y escalones… como si no tuvieran fin. Esta torre es alta. Y luego supongo que debo haber llegado a la punta, porque no vi más escaleras, y me hicieron caminar en línea recta por un pasillo largo, y al final había un par de puertas dobles muy grandes.”
“¿Tenemos que subir toda esta torre?” se quejó Rarity.
“No hay alternativa,” dijo Bow Tie. “Pase lo que pase, debemos llegar hasta lo más alto.”
“¡Andando!” alentó Megan. “¡Ponylandia depende de nosotras!”

Subieron y subieron sin detenerse, no importando cuán cansadas estuvieran; y lo estaban, mucho. Caminaron y caminaron, y les parecía que entre más subían, más alta estaba la punta de la torre. Andaban por pasillos, buscando escalones que subir, y cuando lo hacían, a veces acababan en una de las torrecillas y se veían obligadas a deshacer sus pasos, buscando otro camino. No por saber que su objetivo era lo alto del Castillo dejaba éste de parecer un laberinto, lleno de vueltas equivocadas y caminos sin salida. Firefly y Rainbow tuvieron que caminar en tierra, porque las alas se les habían cansado y no podían seguir planeando; las demás no podían andar sino a pie (Twilight no parpadeaba, para poder conservar sus energías mágicas), y cada paso que daban era más difícil que el anterior. Prácticamente tenían que obligarse a seguir, porque si no, hace tiempo que se hubieran dado por vencidas.
El cansancio las tenía tan aturdidas que casi no repararon en que habían llegado al pasillo, y luego, al ver su longitud, casi se desplomaron de agotamiento antes de seguir andando.
“Bueno, estamos a punto de enfrentarnos a él,” dijo Firefly.
“Que algún pony me sostenga…” pidió Fluttershy, muerta de miedo.
“Mejor sostengan todas el Medallón,” dijo Megan, y se los dio para que lo tocaran con las pezuñas. Al hacerlo se sintieron inmediatamente descansadas y con nuevas fuerzas para seguir. Megan hizo lo mismo. “A partir de ahora, tenemos dos opciones,” explicó, “enfrentarnos a Tirac, o regresar. Las que quieran regresar pueden hacerlo ahora.”
Ninguna se movió.
“Bien, pues entonces, en marcha.” La muchacha encabezó la larga caminata hacia adelante, pero ahora que estaban reconfortadas por los poderes de la Luz, la caminata fue mucho menos dura que la subida. Cuando estuvieron a punto de alcanzar las puertas, vieron cómo éstas se abrían por sí solas, como para recibirlas.
“¿Eso es normal?” se preguntaron.
“Sí,” afirmó Derpy. “Se abren por dentro.”
“No, digo, ¿es normal que las abran cuando alguien se les acerca?”
“Ah, eso. No.”
“Entonces creo que él sabe que estamos aquí,” afirmó Megan. “¿Todavía quiere alguna regresar?” No hubo respuesta; todas estaban más decididas que nunca. “Entonces, ¡entraremos!”

Marcharon hacia el interior de la sala del trono, y Megan exclamó: “¡Tirac! ¡Estamos aquí! ¡Tu reinado de terror ha terminado! ¡Sal de la sombra y muéstrate! ¿O acaso nos temes?”
“¿Temerles?” retumbó la horrible voz del Centauro de la Oscuridad. “No tengo razón para temerles… a pesar de que esas extrañas forasteras me hayan causado más dolores de cabeza de los que creí posibles. No me inspiran más temor que fastidio.” Su brazo rojo como el fuego salió de las tinieblas para señalar a Derpy. “Empezando por ti. ¡Condenado sea mi orgullo insensato! Si hubiera sabido los problemas que tu raza me causaría… ¡Debí haberte destruido cuando tuve la oportunidad! ¡Debí destruirlas a todas ustedes!” Se fijó en Megan. “En circunstancias ideales, tú, pequeña, me hubieras valido como sirviente. Pero la experiencia me dice que tu especie no es de fiar. ¡Tú, al igual que tus miserables amigas, vas a perecer!”
“¡Tenemos el Arcoiris de la Luz!” declaró Megan enseguida, y lo sacó. El Medallón despidió una luz que alumbró a Tirac, con lo que todas vieron su descomunal tamaño, y él se sobresaltó. “¿Lo ves? ¡Nosotras poseemos aquello a lo que más le temes! ¡Y yo voy a utilizarlo contra ti!”
“¡No te atreverás!” rugió el monstruo, tratando de que sonara como una amenaza; pero sonaba más bien como si se reconfortara a sí mismo. “¡No eres capaz de quitar una vida!”
“¿No me crees? ¡Te lo demostraré!”
La niña abrió el Medallón y dejó salir su contenido; Tirac inmediatamente sacó la Bolsa de la Oscuridad y liberó a su ocupante. Los dos poderes se enfrentaron, y entonces el de la Oscuridad tomó la ventaja y forzó al de la Luz a regresar a su Medallón. Las representantes del bien se quedaron perplejas; Derpy, en particular, estaba estupefacta.
Tirac dejó escapar una carcajada y proclamó: “¡No son adversarias para mí! El poder mágico más fuerte de toda la creación es mío, ¡y también ustedes!”
No alcanzó a soltar el Arcoiris de la Oscuridad contra ellas sin que se oyeran golpes en la puerta, como si la aporrearan.
“¡Guardias! ¡Detengan a ese intruso!” ordenó.
Cuando los guardias alcanzaron la puerta, Scorpan la atravesó y los apartó a golpes. Llevaba en brazos a la bebé Ember y al otro Spike, que se agarraban a él por sus vidas.
“¡Eso es, Scorpan! ¡Dales!” animaba el otro Spike.
“¡Tú!” bramó Tirac.
“¡Huyan, ponies! ¡Huyan! ¡Deprisa!” gritó Scorpan.
Agarró entonces a Megan, quien se puso a gritar de miedo, aún sin comprender lo que estaba ocurriendo. Todos escaparon al mismo tiempo por el camino hacia el establo de los dragones, que Derpy recordó con mucha más claridad.
“¡ATRÁPENLOS!” vociferó Tirac a sus guardias.

Y éstos salieron a perseguirlos, pero el grupo ya había salido por la puerta trasera que daba al establo de los dragones, donde guardaba Tirac la Carroza de la Medianoche; Scorpan se las cerró antes de que ellos pudieran cruzarla. Todos volvieron la mirada hacia atrás. Estaban sobre la terraza, ancha como un campo de básquetbol y rodeada por almenas. Se alegraron por la repentina ayuda de Scorpan –y Megan se sintió mal por haberlo llamado ‘monstruo’ anteriormente-, pero a la vez temieron por su vida, aunque estaba claro que él se estaba sacrificando por ellas también. Rainbow se regañó a sí misma por no haber salvado a la bebé Ember cuando podía, pero también se aliviaba de que estuviera a salvo.
Volvieron la mirada hacia el frente y se detuvieron en seco. Fluttershy lanzó un alarido horrorizado. ¡Spit estaba enfrente de ellas!
Apuntando un casco hacia la joven humana, Spit le detuvo el corazón repentinamente. Megan se llevó la mano al pecho y se desplomó de cara en el suelo; las ponies gritaron de miedo. Lo mismo hizo con Scorpan, para el horror del otro Spike; y a él, le apretó la garganta contra el suelo con una garra invisible, como había hecho antes.
“¡Este mundo es demasiado puro para criaturas odiosas como ustedes!” afirmó.
“¡Tú eres Spit!” adivinó Firefly enseguida.
“Voy a ser breve,” sentenció Spit, sin poder contener la rabia. “Traté de salvarlas de los no-ponies, y fracasé. Tendré que hacerlo por las malas. ¡Ustedes cuatro se volverán mis esclavas y me servirán como a una princesa, la Princesa Rinse ‘N Spit, o las mataré igual que a sus mal llamados amigos!”
“¡Preferimos perder la vida que servirte a ti!” espetó Bow Tie.
“¡Entonces van a morir! ¡Todos los ponies que no se entreguen a mí van a morir!”
“¡Ningún pony se va a entregar a ti!” devolvió Rainbow. “Vas a tener que destruirlos a todos, ¡y entonces no vas a tener a nadie a quien ladrarle órdenes, dientes de pavimento!”
“¡NO ME IMPORTA! ¡ES MEJOR QUE TENER QUE VIVIR EN EL MISMO MUNDO QUE MIS ENEMIGOS!”
“¡Déjelas en paz, Spit!” dijo Littlestar, flotando desde atrás, sana y salva. “¡Es a mí a quien quiere! ¡Siempre he sido yo, y usted lo sabe!”
Spit se lanzó contra ella dando un grito, y las dos chocaron con la fuerza de un trueno. El otro Spike recuperó el aire. Luego de un forcejeo, Littlestar consiguió encerrar a Spit en una cubierta transparente, como hielo, que permaneció flotando en el aire. Megan y Scorpan volvieron a levantarse cuando sus corazones mágicamente volvieron a latir, y las ponies de Ponylandia se maravillaron con el milagro.
“¿Te sientes bien?” preguntó la unicornio púrpura.
“¡Sí…! ¡Gracias!” contestó la niña, recuperándose de la impresión.
“¡Es tu oportunidad! ¡Utiliza el Medallón!”
Megan no perdió tiempo; sacó el Medallón, pero cuando lo iba a abrir contra Spit, Tirac salió del establo, demoliendo el gran arco de la entrada y arrojando su propia Carroza por las almenas, al estorbarle. La Carroza quedó destrozada en mil pedazos por el impacto. Los guardias de la sala del trono lo seguían.
Antes de que Megan pudiera reaccionar, Spit se liberó con un estallido y volvió a arremeter contra Littlestar. Las dos cayeron a tierra, muchos, muchos metros más abajo, como un meteoro.
“¡Littlestar!” exclamó Megan.
“¡Tirac!” exclamaron todos los demás al mismo tiempo.
“El Arcoiris de la Oscuridad es lo que le da su poder,” dijo Scorpan, y sin reflexionarlo alzó el vuelo con sus alas de murciélago y arremetió contra el centauro. Alcanzó a golpearlo en la mano antes de que abriera la Bolsa, pero como respuesta, Tirac lo agarró y lo lanzó contra las ponies. Se apartaron a tiempo, y Scorpan cayó al suelo recibiendo un dolor considerable. Ember y el otro Spike se le acercaron corriendo.
“¡Scorpan!” exclamó. “¿Estás bien?” No recibió respuesta. “¿Scorpan…?” susurró entonces el bebé dragón.
“¡No nos dejes!” imploró Ember. “¡No puedes dejarnos!”
“Todo está perdido…” fueron las últimas palabras de la extraña y maltratada criatura, antes de desmayarse.

“¡No lo está!” insistió Megan. “¡Solo lo estará si nos rendimos! ¡Si ese Arcoiris de la Oscuridad es la fuente de su poder, se lo quitaremos! ¡Firefly, prepárate para volar!”
Megan volvió a montar sobre Firefly, y ésta salió volando enseguida, directamente contra su enemigo.

Se desató una tormenta, igual que la del Valle. Las nubes se oscurecieron, y cayeron truenos y relámpagos. Firefly iba como un misil, y le parecía que el resto del mundo estaba en cámara lenta.
“¡Agárrate bien, Megan! ¡Voy a intentar el doble aro de adentro hacia afuera!”
“¿Qué es eso?”
“¡Ya lo verás!”
La pegaso se elevó hasta subir en sentido completamente vertical, para luego volver a descender de cabeza, describiendo un círculo en el aire, y cuando volvió al punto de partida, repitió la misma maniobra, pero ahora trazando un círculo más grande que el anterior. Como resultado, tomó tanta velocidad que casi rompió la barrera del sonido, y cuando golpeó la mano que sostenía la Bolsa, el golpe fue tal que Tirac gritó de dolor, soltándola. La Bolsa cayó al suelo, y Bow Tie dio uno de sus saltos de longitud justo a tiempo para atajarla con los dientes. Regresó corriendo con sus amigas.
“¡SÍ!” exclamó Megan de triunfo, alzando el puño.
“¡NO! ¡MI ARCOIRIS! ¡QUÍTENSELO!” ordenó el demonio.
Con notable reticencia los guardias persiguieron a Bow Tie, pero no le pudieron quitar la Bolsa; ella se la arrojó a Pinkie Pie, quien le disparó confeti trucado a sus perseguidores con su Cañón antes de lanzarle la Bolsa a Applejack, quien la atajó con los dientes y embistió a los perseguidores de su amiga con la cabeza. Luego, le arrojó la Bolsa a Teeny, que se vio enfrentada contra un segundo grupo de guardias. Los derribó de una coz como si fueran pines de boliche y le pasó la Bolsa a Twilight, ante lo cual los primeros guardias se levantaron para perseguirla a ella, y la acorralaron contra las almenas. La joven unicornio del pasado creyó ver que los guardias no parecían más contentos que ella respecto a la situación.
“¡Deseo, deseo, deseo!” entonó entre dientes, desapareció, y reapareció lejos de ellos.
“¡Pásamela! ¡Estoy sola!” llamó Rainbow desde el suelo, y Twilight le lanzó la Bolsa a ella; la velocista celeste la atajó. Cuando más guardias se le fueron encima, ella se quedó quieta, como si nada, hasta el último momento; se elevó como una bala, los guardias se chocaron todos unos con otros, y ella descendió y trazó un círculo alrededor de todos, dándoles coscorrones.
Se la pasó a Fluttershy, quien la detuvo con los cascos delanteros, pero tuvo miedo por tener una cosa tan maligna cerca y la dejó caer a sus pies. Rainbow se golpeó la frente con un casco, decepcionada, pero Fluttershy, al verse rodeada por más guardias, reunió todo el disgusto que pudo y les echó su singular “mirada”, capaz de intimidar aun a la criatura más agresiva. Los guardias se quedaron quietos bajo los ojos acusadores de la pegaso amarilla, y se pusieron a gruñirle pidiendo perdón, antes de retirarse retrocediendo. Fluttershy sonrió, satisfecha, y miró la Bolsa; volvió a acobardarse y la apartó con una pata como si apartara un insecto muerto.
“¡Nos quedaremos con esto!” dijo Rarity, levitando la Bolsa hacia ella con su propia magia y tumbando de un golpe de karate al último guardia que quedaba.
“¡Todas tus criaturas han sido derrotadas, Tirac! ¡Tú eres el siguiente! ¡Los ponies son más poderosos que tú!” dijo Megan. “¡Rarity, que Firefly y tú lleven el Arcoiris de la Oscuridad al Castillo de los Sueños! ¡Deprisa!”
“¡No!” gritó Tirac, y galopó hacia ellas para atacarlas él mismo. Sus pasos golpeaban contra el suelo como tambores pesados y colosales. “¡El poder es mío!”
“¡Nosotras también tenemos un poder, Tirac!” declaró Megan, y logró por fin liberar el Arcoiris de la Luz directamente contra el Señor de la Oscuridad. “¡Este es tu fin!”

Pero, al igual que había ocurrido en la sala del trono, ¡el Arcoiris era demasiado pequeño y no hacía efecto alguno en él! El haz de luz lamía la mitad humanoide del monstruo como las llamas de un encendedor, y no le hacía nada. La niña se vio obligada a cerrar el Medallón para que la Luz volviera a él, viendo que no estaba logrando lo que se había propuesto. La estupefacción y el miedo se le vieron en el rostro.
Una sonrisa horrible se dibujó en los labios de Tirac, que ahora se sabía más aventajado de lo que él mismo hubiera sido capaz de imaginar. ¡Su poder oscuro había crecido tanto en los últimos milenios que lo volvía inmune a la única cosa que antes hubiera significado su derrota! Los ponies y criaturas del pasado se quedaron de piedra, sobrecogidos por el horror. Tirac parecía haberse hecho aproximadamente cinco veces más alto y ancho de lo normal.
“¡Su diosa ya no puede salvarlos, mis pequeños ponies!” sentenció. “¡Oscuro arcoíris, mi viejo amigo, nuestras enemigas están a tu alcance! ¡Acaba con ellas ahora!”
La Bolsa se abrió sola. El Arcoiris de la Oscuridad salió de ella, y se precipitó como un ave de rapiña contra su presa; Megan volvió a abrir el Medallón y su contenido salió vaciando el recipiente por completo.
Los poderes de la Luz y la Oscuridad forcejearon por la dominación.

Derpy se había mantenido lejos de aquella batalla lo más posible, lo cual no le fue fácil. Se quedó entretenida mirando la batalla entre Littlestar y Spit.
Era un despliegue de magia que iba más allá de cualquier cosa que ella fuera capaz de imaginar. Con todas las fuerzas cósmicas a sus órdenes, las contendientes se arrojaban hechizos, desastres naturales, cuerpos celestes, planetas, galaxias enteras y demás, una a la otra. La tormenta que se había desatado alrededor la habían ocasionado ellas, al provocar toda clase de rupturas en la materia del multiverso. Derpy se sentía asombrada y aterrorizada al mismo tiempo con aquella muestra de poder.

Y no solo tormenta; también provocaban nieve, granizo, y extremas oleadas de calor. Alrededor de ellas, el mundo cambiaba de forma; se desvanecía; estaban dejándolo atrás. Su guerra estaba en un nivel de existencia mucho más alto que el de los seres menos poderosos.
Littlestar solo actuaba para defenderse, no para atacar; pues seguía tratando de que Spit entrara en razón. No era ella quien se valía de planetas, galaxias o cosas parecidas; y no podía dejar de lamentarse por la cantidad de mundos que sin duda estaban siendo destruidos sin remedio por las acciones de su adversaria. El poder de Clover la Sabia no incluía la habilidad para crear vida, ni otros mundos, con lo que no era posible reparar ninguno de los daños que causaba Spit al lanzar tormentas de radiación cósmica contra Littlestar o azotarla en la cara con universos alternativos. Solo podía resistir, seguir viva; su caída sería el final de la mayor parte de la vida de todas las creaciones del multiverso infinito.
Spit también tenía sus inquietudes. “¿Qué me está pasando?” se preguntaba. “¿Por qué odio a Sparkle? ¡Yo no debería odiar nada! ¡Soy una pony!” No obstante, la meta que tenía que cumplir ahora tendría que ser por la fuerza, y se reprochaba a sí misma por ello. Debió matar a Sparkle cuando podía, pero no lo hizo porque no quería dejarse dominar por el odio, y sin embargo, si lo hubiera hecho, la misión hubiera terminado con éxito mucho antes… Su propio conflicto interno la atormentaba.
Las dos dejaron de atacarse; el mundo regresó a la normalidad al regresar ellas a su mismo plano de existencia inferior. Estaban agotadas.
“¡Esta disputa no lleva a nada, generala Spit!” dijo Littlestar.
“¡PRINCESA Rinse ‘N Spit para ti!”
“De acuerdo. Puedo llamarla así, si lo prefiere.”
“¡Lo que prefiero es tu cabeza en una bandeja de oro!” Le lanzó un monumento natural sacado quién sabe de qué planeta de qué galaxia, y ella lo detuvo con un escudo.
“No ganará. Ninguna de las dos ganará si seguimos así. No quiero terminar condenada a luchar para siempre. ¿Y usted?”
“¡Seguiré luchando hasta que seas destruida… aunque sea lo último que haga!”
“No me dejaré destruir, y usted lo sabe. ¿Por qué seguir tratando de ejecutar una venganza que nunca llegará?”
“¡Porque le da sentido a mi vida! ¡No vale la pena existir, excepto para odiarte, y te odio, y te seguiré odiando hasta que mueras!”
“¿Y qué hará después? ¿Qué pasará cuando me destruya? ¡Perderá su única razón para vivir! ¡No permita que eso le suceda! ¡Déjeme ayudarla a encontrar una mejor razón para vivir que la venganza!”
“¡Alto! ¡Se me acaba de ocurrir una!” se burló la Puff, sonriendo repentinamente como si la iluminación divina le hubiera llegado. “¡La supremacía! ¡Cuando tus amigas y tú estén muertas, me apoderaré de este mundo y no habrá ningún ser capaz de detenerme! ¡La historia me reivindicará, me reconocerá como un ser superior! Pues tú eras poderosa en tu tiempo, con tu magia y tu inteligencia y tus secuaces. ¡Pero tu tiempo pasó! ¡Éste es mi tiempo, en el que tú no eres nadie! ¡NO ERES NADA! ¡EL AMOR Y LA AMISTAD PREVALECERÁN!”
Littlestar se teletransportó antes de que Spit pudiera lanzarle un rayo mortal.

Desde su escondite, en una terraza inferior de la horrenda torre, bajo un balcón, escuchó a Spit que la buscaba, diciendo: “¿Dónde estás, Sparkle? ¿Te gusta jugar a las escondidas? ¡Qué bueno! Me encantan los juegos… ¡sobre todo cuando gano yo!”
“Spit no va a cambiar de parecer,” se dijo a sí misma. “No tienes más remedio que luchar. ¿Pero cómo vas a luchar? Es tan poderosa… no, es más poderosa que tú. No, tiene que haber una forma. ¡Spit tiene que tener una debilidad, algo que la haga bajar la guardia tanto como su odio por mí! ¿Pero qué es? ¡Piensa, Sparkle, piensa!”
“Oye, Littlestar,” la llamó Derpy desde detrás discretamente.
“¡Derpy! ¿Qué haces aquí?”
“Yo sé qué es la otra debilidad de Spit. Le gusta abusar de los débiles.”
“¡Estás en peligro! Debes-- ¿Qué? ¿Cómo lo sabes?”
“Las Puffs me lo contaron. Yo fui una de ellas, ¿recuerdas? La Princesa Puff manipuló mi mente y me convirtió en parte de su ejército equestre. Soy una pony, pero desde entonces sé pensar como una Puff. Necesitas a una pony que piense como una Puff.”
Littlestar comprendió enseguida que Derpy pretendía enfrentarse a Spit. “¡No! ¡No lo harás! ¡Te lo prohíbo!” Negó con la cabeza. “Derpy, no arriesgues más tu vida. ¡Estás a salvo! Tienes un futuro por delante y quieres vivir en él para aprender a quererte a ti misma. ¡No lo desperdicies!”
“No lo desperdiciaré. Voy a distraerla para que pelee conmigo. No me va a ganar, porque no sabe pelear uno a uno. Eso te dará tiempo para atacarla.”
“¡Pero tú tampoco sabes pelear uno a uno!”
“¡Eso es lo que ella cree!” Derpy guiñó el ojo. “No te preocupes por mí. Sé lo que estoy haciendo.”
“¡Te encontré!” las sorprendió Spit, descendiendo al suelo y sonriendo como una desquiciada. “¿Sabes una cosa, Sparkle? Lo he estado pensando mejor, y me da una risa, ¿sabes? Me da risa que me ofrezcas acompañarte para que yo tenga la oportunidad de cambiar mi vida. La Princesa Puff te ofreció exactamente lo mismo a ti, pero tú no aceptaste precisamente, ¿verdad? ¡¿Verdad?!” El cuerno le brilló con tanta fuerza que podía haberle causado alguna enfermedad a Tirac. “Por lo que me hiciste a mí, por lo que le hiciste a ella, ¡te devolveré el favor! ¡TE BORRARÉ DE LA EXISTENCIA!”
“¡Tendrá que pasar sobre mí!” desafió Derpy, parándose entre ellas.
Spit se detuvo en seco; el cuerno se le apagó. Se quedó perpleja, mirando a Derpy, asimilando su presencia y parpadeando. La había visto antes, pero no recordaba dónde. Finalmente hizo memoria y asintió con la cabeza.
“Ah, te reconozco,” dijo, con las mismas palabras que la última vez que ellas dos se vieron. “Trixie me contó sobre ti. Jamás olvido una cara… en especial una cara de tarada como la tuya. Tú eras la agente Bubblecup, ¿verdad? Creo que te dicen… Derpy.”
“Mis padres me dicen Bubblecup, porque ése es el nombre que me pusieron,” dijo la pegaso. “Mis amigos me dicen Derpy. ¡Y usted no es ninguno de los dos!”
Spit se quedó boquiabierta del asombro. “¿Cómo te atreves a insultarme, pequeña alimaña? ¿Sabes lo que puedo hacer contigo? ¿Sabes de cuántas formas puedo dejarte suplicando por los pocos rastros que quedarán de tu vida?” El cuerno comenzó a brillarle de nuevo.
“¡Qué vergüenza!” se burló Derpy. “¡No puede maltratar a una criatura inferior sin sus nuevos ultrasuperpoderes! ¿Dónde quedó la Spit de la que me contó la sargento Double Cross, eh? ¿La que hubiese podido desmembrar a un no-pony con sus cascos descubiertos? ¡Qué bajo ha caído usted!”
Dio resultado instantáneo. Spit no era capaz de tal cosa y Double Cross nunca había contado tal historia, pero la Puff naranja era demasiado orgullosa para no responder a estas burlas, y prácticamente se olvidó de que Littlestar se encontraba allí. Soltó una risa burlona.
“¡Pobre estúpida! No necesito de mis poderes para acabar contigo. ¡Puedo matarte con los ojos cerrados sin necesidad de magia!”
“¿De verdad? Eso me gustaría verlo. ¡Demuéstremelo!”
Spit se rió con más fuerza. “¡Debes haber pasado por alguna experiencia traumática como para estar tan desesperada por morir!”
“¿Quién sabe?”
“Está bien. Si quieres morir, morirás.” Se puso de pie sobre las patas traseras. “Que en paz descanses, Bubblecup. Apenas quise conocerte.”
Cuando le lanzó un golpe con el casco delantero, Derpy lo esquivó, y en una rápida maniobra se irguió también, se puso en guardia y le dio varios ganchos al abdomen a su contrincante antes de retirarse. Su estilo de pelea era como el de una boxeadora.
Spit no se lo podía creer. ¡Los golpes le habían dolido!
“¡Pero…!” balbuceó. “¡Tú no puedes hacer eso! ¡Eres una pobre criatura!”
“¡He sido entrenada en combate mortal por la Gran y Poderosa Trixie!”
Spit se acobardó. Ya le habían llegado a decir que Trixie era una entrenadora muy eficiente de la que habían aprendido varias de las mejores guerreras honorarias.
“¡Para! ¡No es justo!” imploró. “¡No me dijiste que tú también sabías pelear!”
“¿O sea que no puede ganarle cuerpo a cuerpo a una ‘pobre criatura’?”
“¡SÍ! ¡CLARO QUE PUEDO! ¡YA LO VERÁS!”
Se pusieron a pelear, y pronto resultó evidente que Derpy era la mejor de las dos. Poseía una estupenda movilidad y sabía cuándo avanzar, cuándo retroceder, cuando golpear, cuando protegerse y cuándo contraatacar. Spit se encontraba en desventaja; comenzó a temer, y el temor comenzó a dominarla; el resultado no pudo ser otro que la derrota más vergonzosa. Derpy la había vencido de forma impecable.
Spit gimió de angustia.
“¡Ya basta! ¡Piedad!” gritó.

El Arcoiris de la Luz y el de la Oscuridad seguían luchando… y el de la Luz iba perdiendo. El poder maligno consumía al bondadoso, habiendo perdido éste una parte considerable de su tamaño, su fuerza, su alcance y su magnitud. Todos observaban, expectantes, la lucha tan insólitamente desigual.
“¿Por qué no está haciendo nada?” preguntó Bow Tie.
“El Moochick debe haberse equivocado…” dijo Firefly.
“¡El Moochick estaba en lo cierto! ¡Estoy segura!” exclamó Teeny. “¡Vamos, Beezy, no nos falles ahora!” imploró.
“¡Beezy ya les ha fallado! ¡He aquí el poder de la oscuridad!” dijo Tirac, y en ese preciso momento el Arcoiris de la Oscuridad ganó la pelea y se tragó al de la Luz completamente.
Las ponies desesperaron, y Tirac dio una carcajada.

Littlestar miró hacia arriba mientras Spit estaba en el suelo, pidiendo piedad, y vio lo que le había ocurrido a las demás. ¡Ése era el momento que estaba esperando!
Concentró toda su magia en su cuerno para un último hechizo de ataque.

En aquel momento se dio un milagro; ¡el Arcoiris de la Luz surgió de nuevo! Poco a poco, envolvía al de la Oscuridad, y el poder siniestro parecía perder sus fuerzas; hacía pocos intentos por luchar, y los que hacía eran en vano.
“¡Miren eso!” exclamaban las ponies.
“¡Nuestro Arcoiris se está defendiendo!” celebró Megan.
“¡No! ¡Es imposible!” gritó Tirac, muerto del pánico.

“¡Le gané!” exclamaba Derpy a Spit. “¿Cómo le pudo ganar una pobre pegaso torpe como yo? ¡Y usted que siempre ha sido desalmada con sus enemigos! ¡Seguro que la Princesa Puff estaría muy decepcionada con usted!”
Spit no necesitó oír la última frase dos veces; se lanzó sobre Derpy con un alarido de rabia. Pero no la pudo tocar.
Porque entonces Littlestar le lanzó el ataque que estaba preparando; un hechizo de levitación lo suficientemente poderoso como para que Spit no pudiese contrarrestarlo tan fácilmente. La Puff gritó de pánico al verse flotar lentamente, tomar velocidad poco a poco, y por último salir disparada hacia arriba y caer justo encima del lomo de Tirac… ¡justo cuando el Arcoiris de la Luz ganaba la batalla!
Ninguno de los dos tuvo tiempo para reaccionar ante la presencia del otro antes de que el Arcoiris se moviera, cobrara vida y diera vueltas alrededor de ellos; se vieron atrapados en una columna de luz blanca que les hacía arder en lo más profundo de sus almas. El terror tomaba el cuerpo del centauro y lo dejaba sin habla, abrumado por el poder infinito que estaba atestiguando; lo mismo le ocurría a Spit, que sentía estar siendo juzgada por una autoridad muchas veces más alta que la de la Princesa Puff, y por cosas mucho peores que la venganza propia o el desempeñarse mal en el combate cuerpo a cuerpo.
Ambos creyeron ver un rostro que se formaba frente a ellos; el rostro de un unicornio alado de cuero blanco, pelo rubio oscuro y anteojos de media luna, de monturas de color rojo. Los miraba con severidad; estaba disgustada con ellos por todas las cosas malas que habían hecho. Spit se horrorizó al comprender, demasiado tarde, cuán mala había sido su arrogancia y toda la muerte y la destrucción que había provocado en nombre de defender la causa del amor y la amistad.
“Has fracasado por última vez, Tirac,” dijo el rostro, y desapareció.
“¡No!” vociferó Tirac cuando repentinamente vio que uno de los brazos rojos se le deshacía, y luego el otro. Todo él se estaba desgarrando en tajos como una tela vieja; el poder de la Luz lo estaba destruyendo, y él había perdido el suyo propio. Los cielos se habían abierto, y sus trozos flotaban hacia ellos como atrapados en un agujero negro.
“¡No puede ser! ¡No! ¡NO! ¡NO…!”
Su último grito quedó ahogado cuando su cuerpo acabó de desvanecerse en las alturas infinitas. Todos los otros seres y Megan fueron llevados por un viento divino a tierra firme, en la base del Castillo de la Medianoche, antes de que el Arcoiris de la Luz regresara a su Medallón por sí solo y los cielos volvieran a cerrarse.
Entonces se hizo súbitamente de día, un mediodía resplandeciente como ninguno que se hubiera visto antes; las Tierras Sombrías desaparecieron y se convirtieron en un gran jardín hermoso lleno de plantas, árboles y agua; la torre se convirtió en un pino muy alto y majestuoso, y los guardias y estratodontes en avecillas y mariposas. La magia negra de Tirac se deshacía, y aquella parte del mundo volvía a ser como Beezy la había soñado mucho tiempo atrás. Desde luego, los dragones del Castillo de los Sueños también volvieron a transformarse en ponies, para regocijo de sus amigas.
Tirac ya no existía, y hasta que Emmac –autoproclamada heredera de Eleff- no se inspirara en la historia antigua, ningún pony volvería a ver otro monstruo como él nunca más.

“Lo logramos,” dijo Megan. “¡Lo logramos! ¡Tirac ha sido vencido! ¡Ponylandia está salvada!”
Todas exclamaron “¡hurra!” y dieron saltos y galopes de felicidad. Las pegasos incluso parecieron bailar de alegría en el aire y dar volteretas, tal y como Firefly había predicho. Megan lloró de la emoción y les dio abrazos a todas, del presente y del futuro. Y sobre todo, comprendió al fin que sí tenía la capacidad de proteger la vida de aquellos que le importaban.
Había perdido a Pete, pero tenía muchas nuevas y maravillosas amigas para ocupar el vacío de su corazón. Su vida volvía a estar completa.

Las equestres bombardearon a Littlestar con preguntas. Ella las respondió todas, pero acreditó sobre todo a Derpy, que tuvo la sabiduría para reconocer las flaquezas de Spit. Ella se sonrojó, pero no dijo nada. Las ponies del pasado se asombraban con la verdadera forma de las Tierras Sombrías; nunca habrían imaginado que eran un sitio tan bello antes de que Tirac lo corrompiese.
“¿Dónde está Scorpan?” preguntó Ember, y vio entonces una figura vestida de pieles, tirada en el suelo. Cuando se acercó para tratar de despertarla, la figura se puso de pie.
¡Era un humano!
Era un humano con vestiduras reales, una corona, barba y bigotes de color castaño; evidentemente de alguna realeza. Ésta fue la sorpresa más deslumbrante de todas. ¡Había humanos en Ponylandia!
“Seguro que esto también salía en tu libro de historia,” dijo Rainbow a Teeny.
“No,” reconoció la ranchera, negando con la cabeza y con los ojos como platos. “No tenía ni la más remota.”
“¿Por eso trataste de protegerme?” le preguntó Megan al hombre, que se miraba las manos y las vestimentas, feliz de haber regresado a su forma verdadera. “Reconociste que yo era una humana como tú.”
“Hace muchos años, yo era un príncipe,” explicó el hombre, “hasta que Tirac conquistó mi reino. Pero él ya no existe y yo vuelvo a ser el hombre que fui; he dejado de ser un monstruo. ¡Mil gracias y bendiciones por haberme salvado, Pequeños Ponies! Mi reino debió regresar también a la normalidad; he de regresar a él para restablecer mi trono. ¿Cómo podré agradecérselos?”
“No es necesario, Alteza,” dijo Bow Tie. “Solo acepte nuestras disculpas por haberle tenido tanto miedo y malos sentimientos, cuando usted hacía incursiones para Tirac.”
“Sus disculpas son aceptadas,” dijo el príncipe.
“Spike, ¿no te vas a convertir en lo que eras antes?” le preguntó Ember al dragoncito.
“¡No! Yo siempre he sido un bebé dragón,” dijo él.
“¡Spike!” exclamó el príncipe, levantó al dragón y lo abrazó. “Mi querido amigo, ¡cómo me alegra que estés bien!”
“¡Tú también, Scorpan!” El otro Spike devolvió el abrazo.
“¡Miren!” exclamó Fluttershy, señalando con una pezuña, y todos miraron.
Spit se levantaba con dificultad y murmuraba entre dientes. ¡Estaba viva! Littlestar se puso alerta, pero no anticipó un ataque.
“Mi cabeza…” se quejó la Puff. Miró al grupo reunido. “Ustedes… todos… van… ¡a morir!” amenazó débilmente. “Les voy a lanzar un hechizo final… ¡sí! Van a morir… Voy a matarlas…”
El cuerno se le desprendió de la frente, y se quebró en el suelo. Ella lo miró perezosamente, luego volvió a mirarlas a ellas. Les dedicó una última expresión de desprecio antes de quedarse inmóvil y silenciosa.
Su peso se desvió hacia un lado, y ella cayó. Al tocar el suelo, inmediatamente todo su cuerpo se desmoronó en un montón de polvo desparramado, y el mismo viento divino de antes sopló, llevándosela para siempre.
Penúltimo capítulo.

Por razones que no conozco, ya no puedo poner el contenido del texto en la descripción, ni puedo editarlo para que tenga el formato con Sta.sh Writer, pues me dice que el texto no debe pasar de 640kb (o por ahí). Eso va a traerme problemas.
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