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La venganza de las Puffs II - 10

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10

Rainbow y Derpy continuaban su vuelo al Bosque de Hongos para poder curar a ésta de su forma de dragón. Rainbow animaba y alentaba a Derpy a que siguiera adelante, y la pony transformada se sentía capaz por primera vez en su vida; capaz de hacer correctamente todas aquellas cosas que antes le salían mal, y de lograr absolutamente cualquier cosa que se propusiera. Ahora que sabía que tenía a Rainbow respaldándola, se sentía incluso mejor; pues ello quería decir que Rainbow no era perfecta ni infalible. Era una pony como las demás, que se alegraba y entristecía, que se confiaba y se preocupaba, con la que se podía hablar de tú a tú; y no estaba por encima de cualquier otra como Derpy creía –ni como Rainbow se vanagloriaba-. Era una amiga, no una línea de meta, y no tenía por qué ponerla en lo alto de un pedestal inalcanzable.
En estos pensamientos se encontraba Derpy cuando le dio por volver la mirada hacia la distancia, y entonces sus ojos se detuvieron en el bosque de las afueras del Valle de los Sueños, y en particular, en el agujero abierto en la tierra con las dos mitades de árbol encajadas donde Spit había enterrado vivas a sus amigas.
“Parece como si estuvieras viendo algo. ¿Qué estás viendo?” le preguntó Rainbow cuando se dio cuenta. “¿Y cómo puedes verlo desde aquí?” preguntó otra vez, cuando Derpy le describió lo que veía.
“Es extraño, pero parece como si ser un dragón estuviera haciéndome bien,” explicó Derpy. “Estoy volando mejor que nunca, y además puedo ver más lejos de lo normal. Me siento como un águila.” Miró hacia uno y otro lado como si pensara que alguien estaba vigilándolas. “Creo que deberíamos ir a investigar lo que estaba viendo. Se ve sospechoso.”
“Sí…” reconoció Rainbow, mirando ella también a los lados con desconfianza, “y creo que ambas estamos sospechando lo mismo. Vayamos a ver qué es eso y luego volveremos por el camino hacia el Moochick.”

Derpy se desvió de su ruta, hacia el bosque, y aterrizó frente al foso. Ahora descubrió que también podía escuchar la respiración de varias criaturas enterradas dentro. ¡Estaban vivas! Agarró los pedazos de árbol en sus gigantescas fauces y los escupió hacia la distancia, para luego escarbar con sus nuevas y tremendas garras dentro de la tierra con la que estaba tapado el foso. Sacó a las otras Cuatro Crincipales y a los animales del bosque, sanos y salvos. Respiraron con dificultad y escupieron tierra; los animales se fueron de prisa, ansiosos por huir.
“¡Ay, no!” exclamó Fluttershy, aterrorizada ante la visión de Derpy transformada. “¡Un dragón!”
“¡No es un dragón!” exclamó Rainbow exasperada. “¡Es Derpy! ¡Tenemos a tres dragones más en el Castillo! ¿Lo olvidaste?”
“Ah, sí, es cierto. Lo lamento. Es un reflejo que tengo…”
“No me digan,” dijo Rainbow. “¿Spit?”
“¿Qué comes que adivinas?” respondió Teeny.
“Supongo que van a necesitar ayuda. Al fin y al cabo, les dije que me reuniría con ustedes. Pero al mismo tiempo no puedo dejar a Derpy sola. La estoy llevando a casa del Moochick para que él la transforme en pony otra vez.”
“¿Qué te parece…?” sugirió Derpy, y su nueva voz profunda y cavernosa les ocasionó gran asombro a las otras cuatro, “¿si yo voy a casa del Moochick, me convierto en pony de nuevo, y después las espero en el Castillo? No piensen que no quiero acompañarlas, pero entre menos me meta en problemas por ahora, mejor.”
“No creo que vayas a dejar de estar en problemas, querida,” notó Rarity, “aún con esa piel indestructible tan brillante y de acabado tan liso y lustroso.” Ignoró las miradas de desaprobación de las demás, que erróneamente habían interpretado que la unicornio elegante quería decir que tener una piel bonita le ahorraría peligros. “Si yo fuera Tirac y perdiera a mis dragones, iría a buscarlos, y el primer sitio al que irían si se vieran libres de mí sería, justamente, el Castillo. Te verías obligada a luchar contra él por tu vida, y si eso no cuenta como ‘meterse en problemas’, pues por Eleff, no sé qué sí cuenta como tal.”
“Tirac no sabe que el Moochick tiene el Arcoiris de la Luz,” dijo Fluttershy. “Mientras no lo sepa, quizás no se le ocurra atacar el Bosque de Hongos. Derpy podría resguardarse ahí, una vez haya sido transformada de nuevo… ¿verdad?”
“Una idea magníficamente sólida, amiga mía,” dijo Rarity. “Derpy, querida, ¿estás tú de acuerdo?”
“Sí, suena bien. Me quedaré allí hasta que todo haya pasado.”
“En el buen sentido,” añadió Pinkie. “Tipo ‘las ponies salvan al mundo’ en vez de ‘Spit lo conquista’”.
“Spit. ¿Qué vamos a hacer con ella?” se preguntó Teeny en voz alta. “No tenemos cómo hacerle frente nosotras solas. Es demasiado poderosa.”
“El Cañón no funcionará una segunda vez,” admitió Pinkie. “La primera vez fue aleatoria, y eso es bueno, porque se supone que no lo debes ver venir. La próxima vez, Spit ya sabrá lo que va a pasar y no le parecerá tan gracioso como la primera.”
“La primera vez tampoco le pareció gracioso…”
“Bueno, sí, pero tú me entiendes.”
“No, la verdad es que no te entiendo,” se sinceró Teeny, “pero tú sabes más que yo de qué estás hablando.”
“Será mejor que se den prisa,” dijo Derpy, alzando el vuelo y levantando vientos poderosos que casi tumbaron de espaldas a las ponies. “Iré a casa del Moochick ahora y esperaré lo mejor. ¡Mucha suerte!”
Todas se despidieron y le desearon suerte a ella también, y ella se alejó entonces para retomar su ruta original.

Durante el camino, Derpy pensó que quizá pudiera pasar del Bosque completamente y quedarse en forma de dragón para siempre. En forma de dragón, era más fuerte, más rápida y más inteligente; veía más lejos, volaba más recto, y tenía más destreza y agilidad; todo lo contrario de su forma de pony. ¿Por qué no tomar ventaja de su condición actual y conservar todas aquellas nuevas cualidades, que le permitían hacer todo lo que quisiera y hacerlo bien?
La respuesta a aquella pregunta la encontró inmediatamente después de habérsela hecho; porque si lo hacía, nunca más podría relacionarse con sus amigas como siempre. No podría vivir en ningún lugar de ponies, por culpa de su gran tamaño, y no quería vivir con los dragones, porque no le gustaban los de su época. Ahora que comprendía que tenía amigas que la amaban y se preocupaban por su bien, felicitándola por sus aciertos y señalándole el camino para arreglar sus fallos, deseaba pasar tiempo con ellas como era debido, y la única forma de hacer eso de tú a tú era como pony, no como dragón. Ser un dragón traía más mal que bien, a pesar de todas las ventajas.

Aterrizó frente a la casa, respiró hondo, y tocó a la puerta con una de sus garras, pero al parecer el Moochick no estaba; abrió Habbit.
“Hola, pequeño,” lo saludó Derpy, y así el conejo supo enseguida que aquel dragón no venía a hacer daño. “Estoy buscando al Moochick. ¿Puedes decirle que quiero verlo?”
No sabía bien por qué le hablaba al conejo, ni cómo; no sabía hablar con los animales. Pero el conejo pareció entenderla; asintió, se fue dando brincos hasta un hongo pequeño de color verde, y le dio golpecitos en la cabeza; el hongo, que en realidad era el Moochick, se puso de pie, y ahogó una exclamación de miedo al ver a Derpy.
“¿Qué eres? ¿Qué es lo que haces aquí? ¿Acaso eres un enviado de Tirac? ¡Sí, eso es lo que eres!” exclamó. Alzó la vara y la apuntó contra ella. “¡Regresa, vil criatura! ¡Regresa con tu amo, donde perteneces!” ordenó en un tono de voz que trataba de ser autoritario y potente, pero era más bien el regaño de un abuelo. “¡Las fuerzas de la Oscuridad no pondrán pie en el último santuario de la Luz!”
“No tenga miedo, señor,” dijo Derpy. “No soy un dragón, soy un pony transformado por Tirac. Una amiga mía me ayudó a escapar, y ahora estoy aquí para pedirle ayuda a usted. Por favor, ¿podría volver a convertirme en un pony para que yo pueda quedarme aquí con usted, sana y salva?”
“¡Repámpanos!” exclamó el viejecito, bajando la vara y acariciándose la barbilla pensativamente. “Espero que sepas disculpar mi impulso, primor mío. ¡Uno ya no se siente seguro en los tiempos que corren, tiempos terribles y siniestros! Ya no se puede saber quién es un amigo y quién un enemigo.”
“Entiendo, señor, pero ¿puede ayudarme?”
“Claro que puedo, mi querida. Verás; justo resulta que tengo aquí, en el bolsillo, una cosa muy especial que me dio la misma Beezy hace muchísimos años, para que el Mal nunca pudiera tenerla…”
“¿Beezy? ¿La diosa que creó el universo?”
“¡Ella misma! ¡Ah, qué tiempos aquellos, cuando el mundo era joven! Sí, ella y yo nos llevamos muy bien.” Se sonrojó. “Ella es tan amable y cariñosa con todos los seres del mundo, incluso con aquellos como Tirac… ¡Pero no nos desviemos de nuestra tarea! Tenemos una cosa muy importante que hacer, ¿no? Veamos. Lo tengo justo aquí…”
Se metió la mano en el bolsillo del saco, donde sabía que había guardado el Medallón la última vez, y titubeó. Metió la mano más hondo, pero parecía que el Medallón no estaba ahí. “Espera…”
“¿No lo tiene?”
“¡Oh, claro que sí lo tengo! Estoy seguro de que lo tengo aquí. No lo he perdido. Veamos…”
Se quitó el gorro, descubriendo una calva brillante –y sus verdaderas orejas, de las que colgaba su barba espesa-, y se puso a hurgar en él; sintió algo dentro. “¡Ajá! ¡He encontrado algo! ¡Sabía que aquí estaba! ¡Observa!” Pero no era el Medallón; era un ramo de flores. “Oh, cielos. Estaba equivocado.” Lanzó las flores al aire, y se convirtieron en mariposas blancas que se alejaron volando; una rara visión de luz en medio de las tinieblas. “Pero no hay que rendirnos. ¡Sé que está aquí, en algún lugar! Tan solo se me ha olvidado dónde…”
“¿Qué está buscando?”
“¡El Arcoiris de la Luz! El mismo que Beezy utilizó para derrotar a Tirac por primera vez. ¡Con su magia puedo devolverte a tu estado original!”
“¡Guau! ¿De veras?”
“¡Muy de veras, querida mía! Es la fuente de magia más poderosa de toda la creación. Ni el mismo Arcoiris de la Oscuridad inventado por Tirac puede compararse con él.”
“¡Eso es maravilloso!” Derpy se sentía muy extraña, dando aquellas exclamaciones de emoción con aquella voz gruesa. “¿Y dónde está?”
“¡Está en algún sitio… estoy seguro! Espérame aquí un momento. Veré si lo tengo guardado en mi casa.”

El Moochick se metió en su casa, y se puso a cantar. Mientras cantaba, se ponía a registrar hasta el último rincón que podía, buscando el Medallón. Habbit, que había visto a su amo meterse a la casa, se puso a seguirlo, como tratando de decirle algo; pero el hombrecillo estaba concentrado en su búsqueda sin prestar atención a nada más. La letra de la canción, en la que participó Derpy de vez en cuando, dice así:

En algún lugar hay un pedacito de arcoiris.
Lo guardo para los días lluviosos.
Estará bajo la alfombra, o en la alacena… ¡uy, un insecto!
Pero no temas, ¡lo encontraré enseguida!

Espera a que veas este pedazo de arcoíris.
Es más brillante que la pluma de un pavorreal.
Es azul océano y rosa amanecer, lo dejé al lado del lavaplatos, creo…
¿O acaso en el armario junto a la escoba?
Quizás deberíamos ver si está en la otra habitación…

Ese pedazo de arcoíris debe estar escondido en algún sitio.
¡Busquémoslo en cada rincón y en cada esquina, por los cuatro costados!

Yo me imaginaba que un arcoíris dejaría algún rastro.
Pero no hay ni un resplandecer,
ni un centelleo,
¡ni un brillo!

¿En dónde puse ese pedacito de arcoíris?
¡Si justo la semana que viene lo había visto!
Quizá esté en la maceta… válgame el cielo, no, no está.
Ese pedazo de arcoíris está jugando al escondite.
Lo siento, pero parece…
¡Lo siento, pero parece que hasta aquí llegamos!

“No se irá a dar por vencido ahora, ¿o sí?”
“Tanto valdría que lo hiciéramos,” se lamentó el Moochick, quitándose el gorro y rascándose la cabeza. “He buscado en todas partes, y no hay absolutamente ningún lugar en el que me falte buscar…”
Habbit silbó para llamar la atención de su amo, pero éste siguió enfocado en lo suyo sin pensar en nada más. De pronto, pareció que tenía la respuesta. “¡Pero claro! ¡Eso es! ¡Está en el jardín! ¿Cómo no lo pensé antes?”
Se acercó corriendo a un pedazo de tierra y se puso a escarbar con las manos.

¡Aquí fue donde puse ese pedacito de arcoiris!
¡Lo había enterrado bajo tierra!
Lo dejé en mi huerto de flores; pues así soy yo, siempre planeando de antemano.
¡Sabía que aquí lo encontraría, sano y salvo!
Que esto te sirva de lección;
cuando toda la esperanza parezca perdida,
¡siempre podrás encontrar un pedazo de arcoíris!

Pero cuando sacó del suelo lo que creyó que estaba buscando, resultó que era Habbit, y no el Medallón. El corazón del Moochick se le cayó a los pies.
“Oh… lo siento, Habbit,” se disculpó, depositando al conejo en el suelo. “Y definitivamente lo siento mucho, mi querida amiga,” se disculpó tristemente con Derpy. “Supongo que perdí el Medallón que tiene dentro el Arcoiris de la Luz. Y ahora, no solo no puedo devolverte a tu estado original… tampoco puede nadie hacer frente a Tirac. El Arcoiris de la Luz era la única cosa que hubiera podido ayudar a detener a ese demonio descorazonado y ponerle término a su Noche Que Nunca Termina…”
Habbit, exasperado, señaló entonces al bolsillo del Moochick: el otro bolsillo del saco, en el que no había buscado desde el principio. El viejecito se registró el bolsillo, y la alegría le volvió al rostro, que se le puso rojo.
“¡Aquí está! ¡Aquí está!” Lo sacó, y Derpy también se alegró otra vez. “¡Oh, jo jo jo jo! Ay, Don Barrigón, viejo tonto, ¿cómo no se te ocurrió buscar ahí antes? ¡Muchísimas gracias, Habbit!” Le besó la frente a su conejo. “Como premio, ¡puedes ir y comer todas las zanahorias que quedan en la cocina!”
Habbit se metió en la casa a los brincos, encantado.
“Ahora sí, primor mío, puedo devolverte a tu forma original. ¡Quédate muy quietecita!”
El Moochick abrió el Medallón y dejó salir el Arcoiris de la Luz contra Derpy. La transformación en pony fue el opuesto exacto a la transformación en dragón; en vez de recorrerla un dolor terrible y debilitante, parecía como si se curara milagrosamente de una enfermedad mortal, recobrando las fuerzas. El cuerpo se le encogía, las escamas se le caían, el hocico se le volvía a empequeñecer, a las alas volvían a crecerles las plumas, y hasta sintió que se le despejaba la garganta. Por fin la transformación concluyó, y Derpy se dio cuenta de que su visión estaba mucho más cerca del suelo que hace unos pocos minutos. El Moochick sacó un espejo del aire y lo puso frente a ella, para que se viera.
Ahí estaban otra vez; aquel rostro gris, aquel peinado rubio, y aquellos ojos amarillos cruzados. Nunca antes en su vida se había sentido tan feliz de ver su cara; sintió que iba a llorar de la emoción.
“Muchas gracias, señor…” intentó decir, pero no pudo contenerse. Se puso, en verdad, a llorar de la emoción, y la voz se le entrecortó. “¡Muchísimas gracias! ¡No sabe la falta que me hacía ser yo misma otra vez! Creí que nunca volvería a ver mi cara…”
“Es un placer, querida. Para eso estoy,” dijo el Moochick, conmovido. “Cielos, veo que hay más ponies delgadas con ojos grandes de lo que pensé.”
“¿Ha visto más?”
“Sí, a dos. Una era una pegaso, igual que tú, y la otra una unicornio púrpura. Nunca había visto ponies así… ¿Es cierto que vienen de una tierra lejana?”
“Sí, puede decirse que sí…”
“Pero dime, ¿por qué tienes así los ojos?”
“Es de nacimiento. Si se me enderezan, no puedo ver.”
“Sabes… ¡también puedo curarte de eso, si tú lo deseas!”
“No, no se preocupe. Me gusta cómo soy,” afirmó con una sonrisa. “Pero sí quiero preguntarle de nuevo; ¿me permite quedarme en su casa?”
“¡Claro que sí! ¡Entra, entra!”
Ella, entusiasmada, lo siguió hacia el interior. Miró alrededor de la sala de estar; pequeña, pero acogedora.
“Bienvenida seas, querida mía”, dijo el anciano. “Ponte cómoda. Haré que Habbit te traiga una buena taza de té.”
Derpy se sentó en un sillón mullido y vio al Moochick desaparecer dentro de la cocina. Suspiró de satisfacción. ¡Qué bueno era volver!

Pasó un tiempo comiendo pastelillos -su postre favorito- y bebiendo té con el Moochick. Él no le hizo demasiadas preguntas, pero conversaron largamente acerca de una variedad de temas. El Moochick, tan distraído como siempre, a menudo cambiaba de tema al olvidar de qué había estado hablando, o seguía hablando de un tema al olvidar que lo habían dejado. Hablaron sobre literatura, música y teatro, antes de que él preguntara si le gustaría un plato de avena cocida y ella dijera que sí. Él se retiró una vez más a la cocina, y Habbit se fue con él.
Tocaron a la puerta. Derpy anunció que iba a abrirla ella, y eso fue a hacer; se encontró entonces con Megan, Firefly, Bow Tie, Twilight y Applejack.
“¡Hola!” las saludó. “¿Cómo están?”
“Hola,” saludó Megan. “¿Quién eres? ¿Eres una pony? Te pareces a una que vi antes, de color azul…”
“Sí, yo también soy una pony,” respondió Derpy. Para sus adentros, se asombró de la facilidad con la que estaba hablando, ahora que confiaba más en sí misma. “Vengo de una tierra muy lejana, y seguro que la pony que viste era mi amiga Rainbow Dash.”
“¡Tú eres su amiga!” la reconoció Firefly. “Ella me preguntó por ti y se dio cuenta de que Tirac te había capturado y te había transformado en dragón.”
“Sí, esa soy yo.”
“¿Cómo te pasó?”
“Es mejor que no lo cuente ahora…”
“Venimos a ver al señor Moochick,” dijo Megan. “¿Está contigo?”
“Está preparando avena, pero le diré que venga. Esperen aquí.”
Fue a avisarle al Moochick que tenía más visitas, y él dejó a Habbit a cargo de preparar la avena. Se dirigió a la puerta para recibir a las visitas.
“¡Muy buenos momentos tengan ustedes, mis primores!” saludó. “Ya no se puede decir ‘buenos días’ ni ‘noches’, pero no por ello se ha de perder la cortesía. ¿Qué las trae a mi hogar?”
“Buenos momentos, señor Moochick”, expuso Megan. “Verá; hemos oído decir que usted tiene poderes mágicos que nos pueden servir para acabar con Tirac.”
El Moochick se quedó atónito. “¡Tirac! ¡Ese perverso demonio! ¿Y ustedes buscan acabar con él, dices? ¡Bendita sea Beezy! ¡La hora de nuestra salvación se acerca!”
Megan, quien, aunque convencida ya de su propio valor, tampoco se consideraba digna de alabanza, siguió: “¿Nos ayudará?”
El anciano explicó, de manera resumida, la antigua lucha entre Tirac y Beezy millones de años atrás. “Deben utilizar el Arcoiris de la Luz para contrarrestar el de la Oscuridad. Éste es lo que le da a Tirac su poder.”
“¿Está bien que nos lo dé, así como así?” preguntó Twilight. “¿Beezy no se lo dio para que lo cuidara?”
“Es cierto,” dijo Bow Tie. “No debería dárnoslo tan fácilmente.”
“Tienen razón, pero Beezy me dijo también que aquellos que quisieran poner fin a la Oscuridad eran dignos de llevar el Medallón. Ustedes son dignas.”
“Tal vez somos espías de Tirac y lo queremos para deshacernos de él, y le estamos mintiendo para que nos lo dé,” sugirió Applejack.
“No, querida mía, te aseguro que no es así. Tirac es malévolo, pero no astuto. Hacer pasar a sus criaturas por las de Beezy es algo que jamás se le ocurriría, porque las odia a todas, casi tanto como odia a Beezy misma. Lo que le gusta es convertir las criaturas de Beezy en las suyas propias.”
“¿Qué hay de mí?” preguntó Megan, inclinándose para verlo cara a cara. “No soy de este mundo. ¿También yo soy de confianza?”
“Lo eres, pequeña,” afirmó el viejecito con certeza. “Aún no lo sabes, pero lo eres.” Se metió la mano en el bolsillo y sacó el Medallón del Arcoiris. “Toma. Aquí dentro está el Arcoiris de la Luz, y te lo entregaré como me lo entregaron a mí. ¡Utilízalo bien!”
“Gracias, señor Moochick,” dijo Megan. “¿Dónde lo tiene?”
“Veamos…” fue la respuesta, pero Derpy se lo dio en sus manos inmediatamente. Él resopló de alivio. “¡Gracias, Derpy! ¡Menos mal que nos evitamos otro disgusto de aquellos!”
“Derpy, ¿vendrás con nosotras?” preguntó Bow Tie.
“No, lo siento. Prefiero mantenerme lejos del peligro mientras tanto. Solo puedo desearles buena suerte.”
“Está bien,” dijo Firefly. “De cualquier modo, todas nos alegramos de que hayas vuelto a la normalidad. ¡Todavía podemos salvar al resto de nuestras amigas!”
“Espero que estén bien,” dijo Megan. “No me gustó tener que dejarlas atrás, solas, pero la esperanza de volverlas a ver nos mantiene avanzando.”
“Seguro que las volverán a ver,” animó Derpy. “Voy a regresar adentro a terminarme mi plato de avena. ¡Adiós!”
“¡Adiós!”, se despidieron. Agradecieron al Moochick, se despidieron de él, se alejaron, y continuaron su camino a las Tierras Sombrías. Megan se colgó el Medallón del Arcoiris al cuello.

Derpy acababa de terminar su plato de avena cuando el Moochick le preguntó: “Oye, Derpy, ¿no habrás visto mi reloj? ¡Se me ha perdido! Lo tenía a la mano justo ayer…”
“¿Le parece si lo busco afuera, en el jardín?”
“¡Por mí estaría bien, querida!”
“Voy enseguida,” dijo Derpy, y salió de la casa.
Y sin hacer ruido, se alejó volando. Tenía la intención de vigilar a Megan y a las otras ponies durante su viaje, porque de repente le había dado una corazonada terrible.
Como ya se mencionó, muy brevemente, una de las ponies que habían sido mentalmente influenciadas por la Princesa Puff hace un año para que se unieran a la Rama Equestre de su ejército había sido Derpy. Era una de las equivocaciones pasadas que más vergüenza le daban, y tenía pensado despojarse de ella primero, cuando se sometiera a la terapia y el consejo de Rainbow y quienes pudieran ayudarla. Pero también le había enseñado a pensar como Puff y formular estrategias propias de aquella raza; y ahora pensaba que, si ella fuera Spit y tuviera pensado tenderles una trampa a las ponies para que su viaje fracasara, además de cumplir su objetivo de acabar con Megan, sería ahora mismo, o dentro de poco. Trixie le había enseñado además a combatir y a actuar sin ser vista ni escuchada por sus enemigos. Se daba cuenta de que sí era buena en algo además de soplar burbujas, y ahora, pensaba, es el momento de poner mis otras habilidades a buen uso, aunque no me guste tenerlas.
No iba a dejar de hacer buenas obras por otros ponies solo porque le salieran mal siempre; pero ahora, por primera vez, lo haría dentro de sus propias capacidades. Estaba consciente del enorme peligro al que se exponía y el cual había intentado eludir en un principio, pero decidió que había sido suficiente de tenerse lástima a sí misma.
“Si vuelvo a fracasar,” pensó, “esta vez no será porque no lo intenté.” En su mente y su corazón sabía que había tomado la decisión correcta.

En el Valle de los Sueños, todos los ponies estaban a la expectativa.
Pasaron horas, largas horas, desde que Megan, Firefly, Bow Tie, Twilight y Applejack partieran en busca del Moochick, y desde que las ponies que se habían quedado notaran que las forasteras habían desaparecido sin dejar rastro. Habían pasado estas horas mirando siempre hacia el horizonte, esperando que en cualquier momento el Señor del Mal viniera. Fueron muchas horas, durante las cuales algunas llegaron a pensar que él no vendría; pero no por ello iban a dejar de estar alerta. No se sabía cuándo podía aparecer, si aparecía; y de ser así, no podía agarrarlas desprevenidas. Muchas cosas estaban en grave peligro como para desatenderlas.
Fue a Medley a quien le pareció ver una forma oscura e inmensa en la distancia, que se hacía cada vez más grande; no era fácil distinguirla, pero estaba ahí. Y no tardó en darse cuenta de que se dirigía hacia ellas con una velocidad terrible.
Un relámpago cayó y Medley vio en la distancia, durante el instante más breve, al Señor del Mal en toda su enormidad, y supo entonces que había llegado la hora de la batalla. El trueno resonó con un estallido potente, a poca distancia, como el cuerno de batalla de un ejército diabólico. Medley, Glory y los dragones sacaron el pecho y se quedaron de pie, observando a Tirac con desafío mientras él continuaba caminando, hasta que se detuvo frente a ellas y las miró desde las alturas con sus ojos de escleras amarillas y pupilas como la noche.
“Ponies,” dijo, “ustedes tienen algo que me pertenece. Cuatro dragones. Les daré una oportunidad de salvarse; entréguenmelos, y les prometo que las dejaré vivir.”
“¡No, Tirac! ¡Ya no te tenemos miedo!” proclamó Medley. “¡No te los daremos! ¡Son ponies, y no tienen nada que hacer contigo! ¡No te los daremos!”
“¡Entonces los tomaré por la fuerza!” El monstruo sacó la bolsa del Arcoiris de la Oscuridad y la abrió, ordenando al poder oscuro: “¡Destrúyelas!”
El Arcoiris de la Oscuridad salió disparado contra Medley, pero entonces uno de los dragones respiró fuego contra él, apartándolo; luego otro hizo lo mismo contra Tirac. Pero él era invulnerable a las llamas oscuras que él mismo había creado.
Antes de que Tirac pudiese agarrar al dragón por el cuello, Medley había tomado una de las nubes para darle una coz y crear su propio trueno, y también lluvia; ésta cayó torrencialmente sobre Tirac, quien alzó un brazo para tratar de agarrar a la pony en su puño rojo; oportunidad que aprovechó el tercer dragón para darle un coletazo en el abdomen. Tirac sintió cierto dolor por el golpe, y a continuación intentó asestarle un puñetazo en la cara a su atacante. Mientras tanto, el Arcoiris de la Oscuridad continuaba intentando alcanzar a Medley y Glory; ésta última se había puesto los patines para que la fuerza malévola la persiguiera, distrayéndola así de su amiga. Glory se desplazaba sobre los patines con gracia y describía piruetas.
Tirac había apartado a Medley de su camino de un manotazo para tomar a sus dragones cuando un destello lo dejó ciego por un segundo. Al recobrar la vista, vio frente a él a una unicornio de color púrpura que flotaba en el aire frente a su cara. Se parecía a aquella pony que había ido a pedirle que la matara…
“¿Qué es esto?” exclamó atónito. “¡Otra pony delgada de ojos grandes!”
“¡Soy una servidora de la Luz de Beezy!” proclamó Littlestar. “¡No puedes pasar!”
De su cuerno brotó una luz que hizo arder los ojos de Tirac; él se encabritó y gritó de dolor. El Arcoiris de la Oscuridad regresó a su bolsa, incapaz de aguantar ni un segundo expuesto a la luz. Un rayo de magia luminosa golpeó a Tirac y lo hizo salir disparado de regreso a su horrible Castillo; todas lo vieron cruzar el aire como un cometa y caer en las Tierras Sombrías.
Littlestar respiró pesadamente, recuperándose de la impresión tanto como del esfuerzo. Las otras se habían quedado estupefactas a su alrededor. Antes de que pudieran pronunciar palabra, ella se volvió para mirarlas.
“Saludos.”
“Hola… Yo soy Medley, y ella es…”
“Después se presentarán,” interrumpió la maga. “Me llaman Littlestar, y soy amiga de seis ponies forasteras que vinieron aquí hace casi tres días. ¿Saben de quiénes hablo?”
“¡Sí!” exclamó Glory. “No las hemos vuelto a ver. Una de ellas fue convertida en dragón por Tirac. Rainbow Dash se la llevó a casa del señor Moochick para que la curara.”
“¿Hace cuánto tiempo?”
“No sabemos,” admitió Medley. “Varias horas. Ya no llevamos la cuenta desde que comenzó esta sombra.”
“¡Tienes poderes increíbles!” elogió la forma de dragón de Moondancer. “¡Ni siquiera yo los tenía cuando era pony! ¿Eres una diosa? ¿Puedes destruir a Tirac?”
“No, no soy una diosa, ni quiero serlo. Y aunque pudiera destruir a Tirac, no lo haría, porque eso debe hacerlo la niña que trajo Firefly desde otro mundo.”
“¿Cómo sabes eso?” exclamaron todas al unísono.
“No hay tiempo para darles muchas explicaciones. Yo no puedo enfrentarme a Tirac. De hecho, temo haber causado un daño todavía más grande por haber exhibido mis poderes para devolverlo a su país enfrente de ustedes. Sin embargo, tengo razones para luchar; mi adversario es otro ser maligno, uno que no es Tirac ni le sirve a él, pero que desea destruir a la niña, único ser de este universo que puede acabar con la Oscuridad para siempre. Ella necesita mi ayuda, antes de que sea demasiado tarde.”
“¡Entonces debes darte prisa!” dijo Medley. “Pero, ¿cómo es que no te vimos hasta ahora?”
“Mis amigas y yo nos habíamos separado, pero he regresado, y espero que sea en el momento justo. Antes de irme, debo saber lo que ha pasado en mi ausencia; pero no me tomará mucho tiempo. ¡Buena suerte! ¡Cuidado con malos sentimientos repentinos!”
“¡Espera! ¿Quién te golpeó en la cara?”
Pero Littlestar no respondió, pues ya se había desvanecido con un destello dorado. Las otras ponies y los dragones se quedaron perplejos.

“Mi generala, hay algo que estoy preguntándome desde hace tiempo. Si Neillmac, como no-pony que es, odia a los ponies y busca destruirlos por naturaleza, ¿por qué tenemos que manipular su mente? ¿No debería su naturaleza asesina salir ella sola?”
“Debería destriparte vivo con las pezuñas descubiertas por hablar en plural como si tú supieras manipular mentes, ‘N Rough. Por otra parte, estás postulando una pregunta muy interesante. Nunca me había puesto a pensar en eso.”
“¿No?”
“No, la verdad es que no. Te diré que tienes bastante razón. No debería hacer falta que nosotros obligáramos a los no-ponies a hacer lo que hacen siempre, y sin embargo… así son las cosas. Pero no sé por qué son así.”
“¿Y por qué cree que lo sean?”
“No sabría decirlo. La Princesa Puff siempre nos decía que no era bueno hacer demasiadas preguntas acerca de la naturaleza del mundo. Saber demasiado podría darnos tanto asco que terminaríamos estando en contra de los dos lados de la balanza al mismo tiempo, creyendo que ambos estaban igual de equivocados. ‘Una Puff que no está de ningún lado es tan peligrosa como una que está del lado incorrecto’, decía ella siempre. Entre menos Puffs haya del lado del bien, más peligro correrá este mundo y más cerca estará de su destrucción. Tú y yo hemos visto con nuestros propios ojos que ésta es la verdad.”
Tough ‘N Rough asintió.
Estaban siguiendo a Megan y su grupo en secreto, al igual que las Cinco Crincipales, pero por un camino distinto. La generala Spit esperaba llegar a las Tierras Sombrías antes que la muchacha, para manipular su mente y hacer que quisiera matar a las ponies. Varios sentimientos se encontraron a la vez en la mente de Spit. El cariño y la admiración a su superiora y a las buenas enseñanzas que le dejó; el odio por aquellas criaturas que la apartaron de su lado y la ansiedad por acabar con ellas para siempre. Pero se dio cuenta de que estaba sintiendo odio, y supo que la misión estaba viéndose contaminada por motivaciones personales que no debía tener. Debía contenerse todo el tiempo que le fuera posible; dejar que la cuestión fuera personal era poner en peligro su cometido, y muy posiblemente fracasar en él.
Alcanzaron por fin el borde de las Tierras Sombrías. Spit se sintió sobrecogida por un temor repentino y creciente, al encontrarse en el punto central de la maldad en todo el universo. Pensó que una defensora del bien, el amor, y la amistad, como ella, sería el principal blanco del poder de Tirac, y creyó entonces que sería horriblemente destruida por él y todos sus sueños y esperanzas habrían sido en vano. Estuvo a punto de huir despavorida, sobrecogida por el miedo, creyéndose en desventaja.
Pero lo pensó mejor. No tenía nada que temer; poseía los poderes de la Princesa Puff, la más pura defensora del bien, el amor, y la amistad que ella había conocido en la vida. Contra ellos, ninguna criatura maligna tenía nada que hacer, y ella disfrutaría innecesaria pero deliciosamente dejándoselos claro a ellos de la forma más directa posible.
“No debemos ser vistos”, dijo a Tough. “Aunque no hay mucho que elegir como lugar de escondite en este lugar árido y sin vida.”
“¡Mire!” casi gritó Tough, señalando hacia la derecha. Él sí que estaba completamente muerto de miedo. “En aquel risco. Hay una cornisa. Debe ser lo bastante ancha para que permanezcamos fuera de la vista.”
“Buen trabajo, ‘N Rough,” dijo Spit, y los teletransportó a ambos a la cornisa. Desde ella veían la entrada hacia las Tierras Sombrías. “Neillmac tomará el mismo camino que nosotros, y cuando lo haga, le mostraré a las ponies quién es realmente.”
Se quedó vigilando, sin parpadear, el punto por el que ellos habían alcanzado el territorio del terror.

El otro Spike y la bebé Ember, que para ese momento ya se habían hecho amigos, estaban dormidos en las mazmorras de Tirac, acurrucados uno contra otro. A pesar de la amenaza de Tirac de que las cabezas de ambos rodarían esa misma mañana, ellos seguían vivos. No podían explicarse por qué los guardias no habían cumplido las órdenes de su amo a la hora debida, pero tampoco se quejaban. Se imaginaron, eso sí, que habría un gran alboroto cuando él volviera y los encontrara con vida.
Ember escuchó un golpe y se despertó. Miró a su alrededor, buscando el origen del ruido, y lo escuchó de nuevo; se volvió hacia la puerta de la celda y vio la silueta corpulenta de Scorpan.
Éste, demostrando una fuerza física superior a la que aparentaba, agarró la puerta con ambas manos y la arrancó de sus goznes con un tirón antes de arrojarla a un lado. Extendió una mano para agarrar a la bebé.
“¡No!” gritó ella, retrocediendo y encogiéndose de temor en el suelo. “¡No se acerque! ¡Déjeme!”
“¡Está bien!” dijo el otro Spike, que también se había despertado. “¡Él es mi amigo! ¡Es bueno!”
“¿Lo es?”
“Lo soy,” dijo Scorpan. “Voy a sacarlos de aquí. ¡Apresúrense! Todavía podemos escapar.”
Sujetó a los dos en brazos, pero no pudo avanzar mucho sin encontrar guardias. Tuvo que permanecer un rato escondido en las sombras, donde quizás su antiguo amo podría verlo, pero sus guardias no. Cuando le pareció que podía, escapó con las dos pequeñas criaturas lejos de la vista de los guardias.

Así, había tres grupos separados a punto de encontrarse en las Tierras Sombrías. Uno era el de Megan y sus acompañantes; el segundo, el de las Cinco Crincipales, que las vigilaban; y por último, Derpy, para impedir la trampa de Spit. El de Megan fue el primero en cruzar el umbral.
“¡Ánimo!” dijo a sus amigas. “Es el último tramo del camino. ¡Adelante! ¡Podemos lograrlo!”
Spit, desde su posición secreta, no perdió el tiempo, y escudriñó mágicamente el cerebro de Megan en busca de puntos débiles.

Mientras caminaban, Megan comenzó a escuchar una voz en su cabeza; una voz como el susurro de alguien que cuenta un secreto a otra persona. “Mírate,” le decía, “pretendiendo esconderles la verdad a esas pobres ponies. ¿A quién pretendes engañar? Crees que todo está bien ahora, pero en el fondo sabes que nada de lo que estás haciendo te parece correcto. ¿Verdad que no?”
La niña, en un principio, no prestó atención a aquellos nuevos pensamientos, pero Spit no cejó. “Míralas a ellas,” insistió. “¿Quién te ha dicho que su felicidad será también tuya cuando todo esté terminado? Van a vivir alegres y prósperas en su mundo sin oscuridad y sin maldad, gracias a ti… y en cambio, ¿qué te espera a ti en tu propio mundo? Más miseria, más fracasos, más remordimientos por no salvar a Pete, y regaños de tu padre, a quien le prometiste que serías responsable y luego no le cumpliste. ¿Quieres decepcionar a tu padre? No, no querías, pero es demasiado tarde. ¿Acaso crees que se va a tragar que un pony rosa que volaba vino y te llevó a vivir una aventura fantástica? Todas ellas han destruido lo poco que te quedaba de vida en tu mundo, ¡empezando por la misma Firefly!”
Poco a poco, la niña comenzaba a pensar que todo eso era verdad; que cuando regresara a casa, su papá estaría esperándola para soltarle algún sermón sobre las promesas rotas y la responsabilidad, además de por dejar a sus dos hermanos desatendidos y a T.J. habiendo despertado a media área rural con sus relinchos de miedo. Le parecía lo más normal del mundo que las ponies fueran las únicas culpables, y empezó a tramar formas de hacerles pagar por ello.
Spit siguió instigando a Megan mentalmente, hasta que llegaron a las puertas de la horrible torre.
“Aquí es,” dijo Firefly. “El Castillo de la Medianoche.”
“Oh, no,” dijo Bow Tie, al ver el lago de lágrimas negras que lo rodeaba.
“¿Cómo vamos a cruzar esto?” preguntó Applejack.

“¡Ahí tienes! ¡La gota que derramó el vaso!” resonó la voz de Spit en la mente de Megan. “¡Mira a donde te ha llevado hacerte amiga de las verdaderas defensoras del bien! ¡Que te sirva de lección a la hora de jugar a escoger a tus amistades! ¡Tú, inmunda criatura del Tártaro! ¡Muéstrales la verdad! ¡Muéstrales la clase de escoria que eres!”
Megan se lanzó contra Firefly como un tigre, derribándola, y le apretó el cuello con fuerza, tratando de ahogarla. Firefly no lograba zafarse. Las otras trataron de quitarle a Megan de encima, pero ella las rechazó a patadas. Echaba saliva por la boca como un animal salvaje, y gritaba cosas incomprensibles.
“¡La maldad de las Tierras Sombrías la está poseyendo!” gritó Twilight.
“¡No!” dijo Firefly, como pudo, faltándole el aliento. Había reconocido a la potencia maligna que le describió Rainbow Dash. ¡Estaba actuando! Debía pensar rápido o sería el fin de todas.
“¡Megan, el Medallón! ¡Usa el Medallón!” trató de decirle. “¡Quítenle…! ¡El Medallón…! ¡Usen el Medallón…!” quiso decir a las otras tres. “¡Es lo único…!”
“¡Megan!” gritó desde el umbral la voz de Teeny Apple. “¡Agárrate al Medallón! ¡No hagas caso de esa voz en tu cabeza! ¡Está diciéndote mentiras! ¡Agárrate al Medallón!”
Desde su punto de vigía, Spit reconoció a Teeny, y redobló sus esfuerzos. Si podía dominar la mente de Megan completamente, podría conseguir que matara además a sus propias enemigas, a las que maldijo en silencio, preguntándose cuántas veces iba a tener que seguir tratando de matarlas ella misma.
Pero fue en vano; Firefly, habiendo comprendido a Teeny, logró morderle el brazo a Megan para que la soltara, y entonces Rainbow Dash se unió a ella y forzó a la muchacha a posar ambas manos sobre el Medallón con fuerza.
Fue como si le hubieran lanzado un yunque a Spit a la cara; cayó arrojada hacia atrás, y se llevó a Tough; ambos se golpearon la cabeza contra la pared del risco y perdieron el conocimiento.

Antes de que las ponies pudieran recuperarse de la impresión, una sombra inmensa pasó volando sobre sus cabezas, y dejó tras de sí un viento fuerte que las empujó a todas y las hizo caerse al lago de lágrimas negras.
Esta vez, Megan no tuvo tiempo de reaccionar y ponerse a nadar. Ninguna lo tuvo.

Y entonces Derpy cruzó corriendo el umbral. Lo había visto todo. ¡Megan, las ponies del pasado y sus propias amigas iban a morir ahogadas!
Quiso reprocharse por haber llegado demasiado tarde; pero se detuvo, diciéndose que no era culpa suya. Ella solo había hecho lo que estaba a su alcance, y no valía la pena culparse por aquello que no estaba en su control. Estas palabras las recordó de Rainbow Dash, que se las enseñó durante el viaje al Bosque de Hongos.
Rainbow Dash. ¡Ahora nunca la volvería a ver! Sepultada en aguas tenebrosas hasta el fin de los tiempos…
Pero entonces se dio cuenta de que aquella situación sí estaba dentro de su control. Pensó rápidamente. Ella no sabía nadar, pero si pudiera alcanzar a las demás y soplar una burbuja de aire que las encerrara y les permitiera respirar, podría salvarles la vida… pero le costaría la suya propia.
Tuvo miedo. No quería perder la vida, ni que ninguno de los seres a los que amaba la perdieran. Pero no vio otra alternativa; y hasta le pareció mejor perecer por el bien de ellas que por la tristeza de sí misma. “Perdónenme, chicas,” susurró. Tomó una gran bocanada de aire y se zambulló en las aguas.
Se impulsó con las alas como pudo, y alcanzó a las demás. Entonces sopló una gran burbuja, la más grande que jamás había soplado. La burbuja envolvió a las otras, quienes recuperaron el aliento y respiraron con rapidez, tomando todo el aire que podían. Cuando buscaron la fuente de la burbuja, fue Applejack la primera que vio a Derpy hundirse. La señaló con terror, y todas miraron.

Derpy les sonrió cuando voltearon a verla por última vez. Era su final, pero mientras sus amigas estuvieran sanas y salvas, aunque ella no lo estuviera, sería un final feliz. Nada más importaba.
Sin dejar de sonreír como para decirles lo mucho que las quería, se despidió de ellas con el casco y desapareció en las profundidades.

La burbuja salió del lago y estalló, depositando a sus ocupantes en la tierra. Teeny se quitó el sombrero y se lo llevó al pecho; todas las ponies estaban aturdidas por el sacrificio de Derpy, pero la granjera equestre era la que más atormentada se sentía. No había tenido la ocasión de pedirle perdón, y nunca la tendría. Cerró los ojos, y su rostro reflejó una tristeza profunda.
Como guiada otra vez por Beezy, Megan se lanzó al agua y salió al cabo de un rato, sosteniendo a Derpy en brazos. La depositó boca arriba en el suelo.
“¡Todavía está viva!” dijo.
Rainbow se le acercó para hacerle resucitación cardio-pulmonar y respiración boca a boca. “¡Vamos, nena! ¡No me hagas esto!” le insistía. “¡Vuelve!”
Finalmente Derpy tosió. Rainbow la ayudó a sentarse derecha, y ella tosió y expulsó el agua de los pulmones. Las demás corrieron para acercarse a ella y verla recuperarse.
“¿Estoy en el cielo…?” preguntó, mirándolas como si pensara que soñaba.
“¡Estás viva!” exclamó Teeny, y la abrazó con todas sus fuerzas. “¡Perdóname, Derpy!” suplicó, casi ahogada en lágrimas. “No debí tratarte tan mal ni echarte del Valle. ¡Te prometo que nunca lo volveré a hacer!”
“Te perdono,” respondió la pegaso gris, devolviéndole el abrazo. “Todas tenemos malos días de vez en cuando.”
“No, eso no fue un mal día. No sé qué fue lo que se me metió adentro como para decirte todas esas cosas malas que te dije…”
“¿Fue esa… cosa malvada?” preguntó Firefly. “¿Esa que Rainbow me había dicho en secreto? Acaba de reclamar a Megan hace un rato.”
“No…” reconoció Teeny con la cabeza gacha. “No, no fue ella. Fui yo.”
Derpy lamió la mejilla de Teeny. Las dos se quedaron sonriéndose una a la otra en silencio.

Y entonces, ¡por fin! apareció Littlestar para reunirse con sus amigas. No la vieron, ni la sintieron llegar, pero estaba allí.
“¡Buen trabajo!” dijo. Todas se volvieron para verla.
“¡Littlestar!” exclamó Teeny. “¡Chicas, les presento a nuestra amiga! Ella había venido con nosotras, pero le pasaron cosas y tuvo que quedarse atrás un rato, ¡pero ya está aquí! ¡Amiga mía, tenemos unas cosas que contarte que no vas a poder creer!”
“Ya las conozco,” dijo Littlestar. “Se dieron las circunstancias para que yo tuviera la habilidad de existir fuera del tiempo. Eso hice, y de esa forma pude ver todo lo que ha sucedido hasta ahora.”
“¿Qué? ¡Nah! ¿Cómo vas a hacer eso? Ni que tuvieras… poderes.”
“¡Sí!” se apresuró a exclamar Fluttershy. “Ninguna de nosotras puede hacer nada sola. Somos completamente indefensas.”
“Tú más que nadie,” dijo Rainbow. “Digo, digo, ¡sí! Pobres ponies, ¿verdad? Necesitamos a Megan para que nos salve porque nosotras no podemos solas…”
“Creo que esa tapadera es completamente inútil ahora,” dijo Littlestar, “tanto como los motivos por los que la consideré necesaria.”
“¿Cómo?”
“Es hora de decirles la verdad.”
“¿La verdad?” preguntaron al mismo tiempo Megan y las ponies originales.
“Pero, ¿y lo de que el curso de la historia se verá interrumpido y desviado de maneras que no podemos predecir?” preguntó Pinkie. “¡Tú fuiste quien nos lo dijo!”
“No…” dijo Teeny. “Sí fue desviado. Yo fui quien lo desvió. ¡Todo esto pasó por mi culpa!” se lamentó.
“No te culpes,” le aseguró Derpy. “Tú hiciste lo que estuvo a tu alcance en ese momento. Todos lo hacemos.”
“Y no vale la pena culparte por cosas que están fuera de tu control,” dijo Littlestar. “Derpy, permíteme felicitarte por tomar la decisión de aceptar ayuda para salir de tus problemas. Eso es maravilloso, y te deseo la mayor de las suertes. Ojalá nos hubiéramos preocupado por ti cuando podíamos, pero no sabíamos cómo te sentías.”
“Gracias,” dijo Derpy. “Yo debí hacérselo saber a algún pony. Pero eso pertenece al pasado.”
“¡Querida, tus nuevos poderes! ¡Tienes que contarme TO-DO!” dijo Rarity. “¿Cómo es tener tantos poderes? ¿Es bueno o malo? ¡Ay, si yo tuviera unos poderes así! ¡Haría a todo el mundo tan hermoso y espectacular como merece ser!”
“Todavía nos deben una explicación primero,” dijo Megan, “sobre la verdad.”
“Bueno, está bien,” dijo Teeny. Suspiró, y reunió toda la sinceridad de la que era capaz. “Les mentimos. No somos forasteras.”
“¿No?” preguntó Bow Tie. “¿Y de dónde son entonces?”
“Somos del futuro,” dijo Fluttershy.
“¿El futuro?” se sorprendió Bow Tie. “¿Qué quieren decir? ¿Que viajaron… a través del tiempo?”
“Pero entonces, ¿qué hay de esa tierra lejana de la que vienen…?”
“Es la propia Ponylandia, pero en el futuro,” dijo Teeny a Applejack, que había hecho aquella pregunta. “Millones de años en el futuro. Mi nombre no es Teeny Apple. En realidad me llamo Jacqueline, pero como me parezco a ti, mi familia y mis amigos me dicen Applejack.”
“¿A mí…? ¿Quieres decir que los ponies se acuerdan de mí después de millones de años?”
“Ajá.”
“¡Guau! ¡Eso es maravilloso!”
“¿Alguien se acuerda de mí?” preguntó Firefly inmediatamente.
“En Equestria hay unas fuerzas de defensa aérea que se llaman Wonderbolts, y su fundador fue el general Firefly,” dijo Fluttershy.
“¿Cómo sabes eso? ¡Eso no lo sé ni yo!” se quejó Rainbow.
“¿Le van a poner mi nombre a un héroe dentro de millones de años? ¿Alguien que se enfrentará a todos los peligros para defender el mundo? ¡Hurra!”
“Mi nombre real es Twilight Sparkle,” dijo la poseedora de aquel nombre a Twilight, “pero me hago llamar Littlestar por el momento, para que mi nombre no se confunda con el tuyo. No sé si tú y yo tenemos una conexión por nuestros nombres, pero yo espero que sí. Sería muy lindo, ¿no crees?”
“Sería muy lindo,” dijo la unicornio rosa. “¡Guau! Apenas lo puedo creer. ¡Todas seremos recordadas dentro de millones de años! ¡Le pondrán nombres a las ponies como los nuestros!”
“No queremos desalentarlas,” dijo Rarity, “pero hay muchas fuerzas malvadas en el mundo además de Tirac. Pero nosotras, en nuestra época, fuimos elegidas por la Princesa Celestia para defender nuestro mundo de las tinieblas.”
“Lo que pasa es que…” comenzó a explicar Pinkie, como quien tiene que dar malas noticias, “bueno… lo hacemos con un 100% menos ayuda humana. Es más, creo que estoy quedándome corta; es más bien un 1000%.”
“No se los dijimos porque teníamos miedo de que, si sabían su futuro antes de tiempo, terminaríamos alterando el curso de la historia de forma negativa,” dijo Littlestar. “Más bien, yo tenía miedo. Pero cuando existí fuera del tiempo, y vi lo que había pasado en mi ausencia, me di cuenta de que me había equivocado. No era que las ponies fueran indefensas y necesitaran que Megan luchara por ellas. Al contrario; Megan las inspiró para luchar. Las inspirará para luchar, gracias a su gran fuerza y coraje. Megan superará sus propios temores y se enfrentará al Amo de la Oscuridad, y saldrá victoriosa. Entonces, todas las ponies seguirán su ejemplo, y no habrá ningún obstáculo que no puedan vencer, y Megan será recordada por la historia, y sus hazañas perdurarán durante millones de años. ¿Estoy en lo correcto?”
“Lo estás,” dijo Megan con decisión. “Desde el momento en el que decidí ayudar a mis amigas, siento que mi vida está cambiando para bien.”
“¿Lo ves?” le dijo Firefly. “Te dije que eras perfecta. Yo sabía que lo eras. ¡Siempre lo supe!”
“¿Qué era eso?” preguntó la niña, inquieta. “Esa cosa que se apoderó de mí… Oí como una voz en mi cabeza que me decía cosas horribles.”
“Por ella estamos aquí,” explicó Littlestar. “En el futuro, no todas las ponies son buenas. Algunas son muy malas, y una de ellas, la generala Spit, es de una raza de pony malvada a la que llaman Pony Puff. Ha venido desde el futuro con poderes mágicos ilimitados con para destruirte a ti.”
“¿A mí? ¿Por qué?”
“Para luego destruir ella misma a Tirac y presentarse como la salvadora del universo,” siguió la unicornio púrpura. “Entonces iba a volver a todos los Pequeños Ponies como casi te volvió a ti; destructiva y llena de odio contra todos los que no fueran como tú. Así es como ella cree que son todas las criaturas del mundo, excepto los Pequeños Ponies. ¿Te imaginas que los Pequeños Ponies fueran así?”
“¡Eso sería horrible!” dijo Applejack.
“Hay que impedírselo,” declaró Megan. “Hay que detener a Tirac… ¡y a esa generala Spit también!”
“No podrás con Spit,” dijo Lttlestar con cierta pena. “Su poder está más allá del tuyo. El Arcoiris de la Luz puede contrarrestar la magia Puff, pero ella conoce miles de formas de acabar con todas ustedes sin ninguna dificultad antes de que puedan acercársele. Yo tendré que distraerla el tiempo suficiente para que tú puedas utilizar el Arcoiris de la Luz sobre ella de modo seguro.”
“¿Y Tirac?”
“Tirac es el amo y señor de toda la oscuridad… pero los ponies son la fuerza del bien. Él no es rival para ustedes.” Les guiñó un ojo. “Hace un rato rechacé a Tirac cuando atacó el Castillo de los Sueños. Podrían enfrentársele ahora, pero es mejor que lo hagan dentro del Castillo de la Oscuridad.”
“¿Para qué?”
“Hay un amigo en él que está esperando a conocerlas,” dijo misteriosamente. “Es preciso que lo haga, para que las ayude. No les diré más; ni puedo decirles más. Pondré a Tirac en su sala del trono otra vez.” Cerró los ojos y el cuerno le brilló, pero no pareció que estuviera haciendo magia sobre ningún objeto visible. “Listo. Será mejor que se den prisa.”
“¿Puedes ayudarnos a cruzar este lago?” preguntó Applejack.
“Tengo una idea mejor,” dijo Megan, y sacó la concha marina que le habían regalado las Ponies de Mar. La lanzó al lago. “Las Ponies de Mar pueden ayudarnos a cruzar, o por lo menos eso dijeron que harían…”
Las Ponies de Mar salieron del lago tirando de una gran balsa de color blanco en forma de concha marina, no sin antes volver a presentarse con un “¡Shu-bi-dú, shu-shu-bi-dú!” de aquellos.
“Oye,” preguntó Firefly a Littlestar, “ahora que me estoy fijando, ¿quién te golpeó en la cara?”
“Fui yo, ¿de acuerdo?” se quejó Rainbow, harta de que siguieran preguntándole eso. “Estaba volviéndose loca y no quería escucharme. ¡Decía disparates! ¡Tenía que hacer que se callara!”
“Mejor olvidemos eso, ¿bien? Debemos infiltrarnos en el Castillo de la Oscuridad y detener a Tirac. Iré con ustedes. Hay un guardia que vigila la entrada secreta; lo pondré fuera de combate.” Su cuerno brilló de nuevo; oyeron a lo lejos un cuerpo que caía al lago. “Con eso bastará. Tirac no sabrá que ustedes están aquí… espero.”
Todas se subieron a la balsa de las Ponies de Mar, que las llevó a cruzar el gigantesco lago, y hacia la batalla final.
Capítulo 10. ¡Casi termino! Pero ahora mismo no puedo poner el cuerpo del texto en la descripción. Veré si mañana puedo.
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